
Hay una odiosa tendencia que consiste en utilizar el adverbio “literalmente” como hipérbole deslavazada y desprovista de su significado original. Literalmente usado para referirse a algo que no es literal. Mostrado nuestro desacuerdo con la tendencia, se entiende que la validez del adverbio que podría aplicarse a esta historia es absoluta. Aunque, claro, siempre existirá la posible adversidad de quien crea que la magia no existe.
Y es que el carrer d’Estruc es la única calle mágica de Barcelona —al menos por imperativo histórico—. La d’Estruc es una calle típica de Ciutat Vella: nacida cuando Barcelona estaba protegida por murallas y oscura y estrecha como lo son todas sus hermanas.
El buen observador, el buen paseante, el buen flaneur, en suma, necesitará pocas palabras: basta un atento paseo por la calle d’Estruc para ver las placas que reciben y despiden a quien la transita. En ellas se especifica la condición especial de este recto trazado del callejero barcelonés.
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Pero antes, como debería hacerse en cualquier explicación histórica, conviene remitirse a la etimología. O la odonimia en este caso, que es la disciplina que estudia el nombre de las calles. Esta ciencia nos dará algunas pistas.
El Nomenclator de Barcelona dice que “Hay constancia de que un propietario llamado Estruc Ça Carrera construyó allí una casa en el siglo XV. Se trata, pues, de un nombre de familia relacionada con la calle”.

Cosa, por cierto, bastante frecuente. No son pocas las calles de Barcelona que toman su nombre de alguna familia de alta alcurnia. La Calle Montcada, de la que hicimos un repaso histórico en este artículo, es una de ellas.
Volviendo al tema, el problema —que más adelante se verá que, más que un problema, es un lio— surge en el entendimiento etimológico de que «astruc» significa algo así como “suertudo” en catalán.
Entonces tenemos por un lado «astruc», que es una hierba también conocida como mirto, por otro Estruc, la familia o dinastía, por otro también tenemos su significado en catalán. Y por otro lado más —ojo a la figura geométrica que estamos formando— a Astruc Sacanera.
Astruc Sacanera era, según los cronistas del siglo XIV, un brujo. Fue elevado a dicha categoría esotérica, en parte, porque tenía una piedra, la piedra escurçonera, que tenía propiedades curativas contra la rabia y la picadura de víbora. Aunque dicen que el señor Sacanera también arreglaba huesos, sacaba muelas y quitaba males de ojo.
El señor Sacanera era, por lo tanto, un mago bueno. (Y aunque nos pongamos a nosotros mismos en entredicho, lo más probable es que Sacanera fuese un tipo con conocimientos superiores a la media en lo que a medicina se refiere, con lo cual era un médico bueno).
Años más tarde, siglos más tarde, de hecho, el alquimista, hipnólogo y médium Ricardo Bru obtuvo los permisos necesarios para conmemorar la historia. Su forma de conmemorarla fue con números específicamente decorados y las mencionadas placas.
En una de las placas pone lo siguiente: “A primeros del siglo XV la gente llamaba a esta calle Astruc Sacanera, o sea del astrólogo o brujo de Sacanera. Astruc es una hierba curativa y una palabra antigua aplicada a astrólogos o brujos. Aquí se vendía la pedra escurçonera, poseedora de virtudes contra la rabia y las picaduras”.
Ricard Bru, además de ser el instigador de todas estas iniciativas, también fue -según informa un artículo de El Periódico- el diseñador de las placas. O quizás no, porque en ese mismo artículo dicen que Bru entró en trance y alguna persona desde el más allá le mandó como debían ser las placas.