Si tienes bici o usas bicing, te interesa
Les quedan -o nos quedan (si el lector acostumbra a moverse en bici)- cuatro meses. A partir de enero, las bicicletas no podrán circular por la acera. O podrán, claro, pero correrán el riesgo de ser amonestados con una penalización de entre 100 y 500 euros.
No obstante, en la severidad y en el carácter taxativo de la frase del titular caben matices y excepciones.
Primero, que se podrá circular por aceras de más de cinco metros. Matiz trampa, dicho sea de paso. Y es trampa porque, uno, dado el plan Cerdà, la mayoría de las aceras de Barcelona miden 4’75 metros. Y, dos, sólo será posible cuando haya tres metros de espacio libre -algunos ejemplos de lugares que reúnan esas características pueden ser el paseo central de la Avenida Icària y el tramo de Meridiana que no tiene carril bici-.
El segundo matiz es que entre las diez de la noche y las siete de la mañana sí que es posible ir por la acera. El tercero, que los niños menores de 12 años y los adultos que los acompañen también podrán ir por la acera.
Si bien es cierto que lo que supone un pequeño quebradero de cabeza para los ciclistas es, al mismo tiempo, un gran alivio para los ciudadanos. Quienes -si consideramos la confianza en el cumplimiento de la ley- no temerán por su integridad física en los paseos por según qué calles.
Otra cosa importante es que los ciclistas no se verán empujados a tierra de coches -es decir, al asfalto-. Sino que su nuevo, y también antiguo, emplazamiento deberá ser el carril bici.
Un buen carril bici, el de Barcelona, del que se puede dar cuenta de sus bondades a partir de las siguientes evidencias: hay uno a menos de 300 metros de la casa del 90% de los barceloneses y, en total, 200 kilómetros.
Lo dicho, atención a navegantes (y a ciclistas).