Pringan como nada, pero vaya manjar. Es uno de los platos más típicos de nuestra tierra y ya le debíamos una sección en nuestras curiosidades gastronómicas. Son los calçots, paraíso de invierno.
1. ¿Por qué se llaman así? El origen del nombre es bastante curioso, y es que es una referencia a cómo se acumula tierra sobre los brotes de la cebolla para conseguir un tallo de buena longitud. Lo que viene a ser «calzar la tierra».
2. Dudas sobre cómo y cuándo comenzaron a preparase así hay todas las del mundo. Sin embargo, una de las versiones más popularizadas es la que vincula su descubrimiento a un campesino de Tarragona a finales del Siglo XIX, cuando por error quemó unas cebollas y en lugar de tirarlas peló las capas más externas descubriendo el manjar interior.
3. Otra teoría vincula su aparición a la época árabe en la provincia de Lleida.
4. La popularidad del calçot está más que contrastada. No en vano, es incluso elemento principal y motivo de fiestas, como ocurre con la mítica Gran Fiesta de la Calçotada de Valls que suele tener lugar a finales de enero. Todo en ella gira en torno a este plato y la afluencia es masiva. Como te puedes imaginar, los preparan en cientos de miles. Y no estamos exagerando.
5. Los calçots pueden cultivarse en todos los ambientes. En interior, en litoral. ¡Incluso hay quienes lo cultivan en macetas en la ciudad!
6. Si eres nuevo y no tienes mucha experiencia con el tema (o prácticamente ninguna) te avisamos de algo: los calçots manchan, muchísimo. Te será raro, pero hay que usar guantes y baberos si no quieres acabar como si te hubieses revolcado por el barro durante horas.
7. Aunque es un plato muy típico en Catalunya lo puedes encontrar en muchas partes de España. Estaba demasiado rico como para no importarlo. Nosotros recomendamos el Restaurante Calsot en Hoyos de Manzanares (Madrid).