La dama del paraguas llegó a la ciudad para la Expo de 1888.
Existe una tendencia clara a la hora de hablar de un elemento que se incorporó a la geografía barcelonesa en 1888, en 1929 o en 1992. Claramente, en el imaginario barcelonés, esas fechas evocan algo muy claro: tres ocasiones en las que la ciudad cambió a marchas forzadas. Un evento internacional que ordena un cambio de paradigma. El caso de la dama del paraguas, de su incorporación en el universo de las estatuas barcelonés, hablamos de 1888: de la Exposición Universal de aquel año.
Corría, entonces, 1888: el fin era sorprender a extranjeros y a autóctonos. ¿Convertir un castillo en una cafetería? Hágase. ¿Hacer de un arco del triunfo una puerta de entrada? Sí, claro. ¿Petrificar a una mujer independiente y anónima y de estética francesa? Hecho está.
Porque eso es la dama del paraguas, una escultura de mármol obra de Juan Roig i Solé que se adelanta ligeramente a cierta independencia femenina. Una escultura creada exprofeso para la Expo Internacional: su ubicación era la galería central del Palacio de la Industria, el edificio principal de dicha expo. La escultura encontró acomodo en la Ciutadella y la creación del zoo no provocó el desplazamiento de la dama del paraguas, simplemente todo creció alrededor de ella.
Mujer contemporánea, vestida con polisón y parasol que espera paraguas en mano. Mujer, entonces, que abandona el corte clásico sobre el que se proyectaban las esculturas de la época para servirse de otra identidad más libre.