Los chaflanes del Eixample, uno de esos rasgos tan característicos de Barcelona, cambian poco a poco de cara. El Ayuntamiento de la ciudad acaba de anunciar que en febrero del año próximo empezarán las intervenciones para reformar la Plaza Letamendi y para convertir algunos chaflanes de la calle Aragón en «ecochaflanes», ganando así espacio peatonal al coche. Además, la intervención también pacificará las zonas de la avenida Roma que se encuentran en torno a las guarderías el Llorer i l’Arbret. No son «súperillas», pero las intervenciones del Ayuntamiento en el Eixample barcelonés continúan en la misma línea de todo el mandato: favorecer el uso peatonal de los espacios y limitar el de los vehículos privados.
Los cambios se realizarán mediante el urbanismo táctica, este tipo de obra estrenada durante la pandemia, que consiste en intervenciones del espacio rápidas y de bajo coste, que buscan ensayar otras formas de usar la vía pública. Las obras, con un presupuesto de 300 mil euros, pacificarán las esquinas de Aragón con Viladomat, Entença y Comte d’Urgell. En Plaza Letamendi se prevé remodelar los espacio de juegos y reforzar la señalización para que las bicicletas y patinetes sigan el carril bici que rodea la plaza en lugar de cruzarla por el medio.
Cuando Cerdà diseñó el Eixample pensó en unas manzanas de edificios octogonales, con chanflanes «cortados» que permitieran una mejor circulación del futuro tráfico por las calles rectilíneas, y que a su vez airearan la trama urbana densa del Eixample y ofrecieran fachadas soleadas a todos los habitantes de los edificios del nuevo barrio. Más de un siglo después, los usos de la ciudad cambian. Con el cambio climático y los distintas maneras de concebir la ciudad, el Eixample muta, cede espacio al peatón para quitárselo los coches y se adapta al S. XXI.