En el barrio de Roquetes, allá donde Barcelona se funde con el bosque, un edificio de madera parece querer mimetizarse con el entorno. El edificio Cirerers, el edificio de madera más grande de Catalunya, acaba de inaugurarse, y aunque su material de construcción es sorprendente, el edificio es, todo él, un ejemplo de que las formas de construir vivienda cambian, y de que es posible construir y vivir en la ciudad de una forma más sostenible.
Primero el titular: Cirerers, con 8 plantas, 32 viviendas y diversos espacios comunitarios, es el edificio de madera más alto de Catalunya. Desde Sostre Cívic dicen que «la construcción con madera es más sostenible: el material ofrece más eficiencia energética, la madera es biodegradable y por tanto la huella ecológica del edificio mucho menor y como la construcción es en seco -al contrario que con el cemento- el ahorro en agua es mucho mayor».
Además, la construcción con madera y cal (el otro material principal), facilita la construcción, «es como un puzzle gigante en el que hay que ir encajando piezas». Este tipo de construcción, curiosamente, sigue la línea que se está adoptando en tantos otros campos, donde se busca reencontrarse con métodos antiguos para conseguir una relación más orgánica con la naturaleza y menos lesiva para el planeta. De hecho, el uso de madera y cal para construir las casas era el método usado por los íberos, los primeros pobladores del llano de Barcelona, hace miles de años. El edificio Cirerers, siglos y siglos después, se alza como un signo de que hoy en día la modernidad pasa por conectarnos con el pasado.
Vivienda cooperativa, vida en comunidad
Sostre Cívic, la impulsora de este edificio, es una cooperativa de vivienda que busca replantear la forma en que hasta ahora entendemos el hecho de vivir en una ciudad, por ejemplo, en lo que se refiere a la propiedad. Los, aproximadamente, 45 vecinos del edificio son socios de la cooperativa tienen la cesión de uso de las viviendas, pero no su propiedad. Las viviendas no se pueden vender ni heredar, y el día que un vecino marche, la casa vuelve a manos de la cooperativa, que la cederá a otro socio.
Esta forma cooperativa de entender la propiedad se refleja en el diseño del edificio. Las casas particulares, de en torno a los 50 m2, pierden espacio en favor de los espacios comunes. Los rellanos, que en Sostre Cívic llaman «calle-rellano», se convierten en lugares de encuentro para los vecinos, con sofá o zonas de juego. El edficio tiene una sala comunitaria con cocina donde celebrar fiestas o encuentros, un coworking para poder trabajar fuera de casa y trasteros comunitarios. Además, servicios como la lavandería o el internet se gestionan de manera comunitaria para ahorrar en gasto y hacerlo más sostenible.
La intención de este tipo de proyectos es, también, ofrecer precios accesibles para facilitar el acceso a la vivienda y garantizar así este derecho fundamental. La aportación inicial de los socios-inquilinos está entre 19000 y 29000 euros, y la cuota mensual que se paga para saldar la deuda de construcción del edificio está por debajo del precio de mercado, entre 500 y 700 euros. La aportación inicial se devuelve en caso de marcha del vecino, y el alquiler no sube, si no que bajará llegado el día en que la deuda se salde.Para conseguir estos precios la cooperativa explora vías alternativas de acceso a la vivienda. El solar de Cirerers es una cesión del Ayuntamiento y el uso de materiales alternativos de construcción también reduce los costes.
Finalmente, la construcción del edificio busca formar parte de todo un círculo de sostenibilidad. El edificio se ha financiado con la banca ética FIARE, se ha diseñado con la cooperativa de arquitectos Celobert y construido con La Constructiva, la primera empresa cooperativa sostenible de construcción de Catalunya y fabricado con materiales conseguidos a proveedores de la economía solidaria, garantizando así que cada paso de la construcción de este edificio demuestre que una forma diferente de construir y vivir en la ciudad es posible.