Que el agua de Barcelona es mejorable no es ninguna novedad para cualquiera que la haya probado. Y no se trata únicamente de su desagradable sabor, sino también de la cantidad de componentes disueltos en ella cuya toxicidad puede suponer un problema para nuestro organismo.
Hace un año, un estudio abanderado por el Instituto de Salud Global estableció cierta relación entre los tóxicos presentes en el agua y enfermedades como el cáncer de vejiga. Se trata principalmente de los trihalometanos, unos compuestos tóxicos que se originan a partir de una reacción del cloro con la materia orgánica que hay disuelta y cuya ingesta, prolongada en el tiempo, podría estar vinculada con la aparición de cáncer de vejiga.
La presencia de estos tóxicos en el agua de Barcelona triplica la media europea. Según publicaba Betevé, el 10,9 por ciento de los cánceres de vejiga en España, lo que equivaldría a unas 1.482 personas afectadas, son responsabilidad del contacto, la inhalación o ingesta de los trihalometanos.
Manolis Kogevinas, director científico de ISGlobal y responsable de liderar este proyecto de investigación, asocia este problema a la cloración como método para la limpieza del agua. En el caso de Italia, por ejemplo, la concentración de trihalometanos es de 3,1 microgramos por litro con una tasa de incidencia de 1,2% en cánceres de vejiga, una cifra muy superior a la española.
La solución, según Kogevinas, no es apostar por el agua embotellada, que supone un derroche enorme de plástico, sino reducir el número de químicos utilizados para el tratamiento de las aguas potables. A pesar de las cifras y de la relación establecida por el citado estudio, el agua de Barcelona no supera los límites establecidos a nivel europeo.