Ildefons Cerdà se anticipó tanto a los tiempos que (suponemos) supo ver los problemas de contaminación y ventilación que tendría Barcelona a medida que fueran pasando los años. Por eso configuró su el plan que lleva su nombre de manera que se aprovechara al máximo la dirección de los vientos y se facilitase así la oxigenación del aire.
Es esto lo que permite que calles como el Carrer de Balmes, una de las arterias del tráfico barcelonés con cinco carriles, no sea una de las más contaminadas. Es su disposición vertical y el tráfico en un único sentido lo que permite que se oxigene y evita que se acumulen las partículas contaminantes.
L’Eixample es sin embargo la zona más contaminada de la ciudad, según explicaciones del investigador del Institut de Ciència i Tecnologia de la UAB, Josep Anton Morguí, recogidas por el portal Beteve.cat.
La zona norte, de la travesera de Dalt a Còrsega, sería la menos contaminada, mientras que la zona media o central, la que va de Còrsega a la Gran Vía, conformaría la zona más crítica en términos de contaminación. Al sur, desde esta zona media hasta el puerto, la calidad del aire vuelve a recuperarse un poco.
Según Morguí, dos de los principales puntos críticos son la Plaça d’Urquinaona y la Plaça Lesseps por tratarse de zonas de confluencia de algunas de las principales avenidas de la ciudad, como Vía Laietana o Ronda de Sant Pere, sumado al tránsito de peatones que hace el tráfico menos fluido.
La Plaça del Doctor Andreu, en Sant Gervasi, sería por el contrario la zona con el aire más limpio de toda Barcelona debido a su posición privilegiada, que permite que el aire se renueve constantemente. Y por supuesto debido a la distancia que le separa de las grandes masas de tráfico.