La ola de calor se ha convertido en un verano tropical. A pesar de los altibajos del fenómeno, lo cierto es que el calor no ha aflojado en los meses veraniegos, y tanto los días como las noches se han hecho complicadas. Y ya hace meses. En mayo Barcelona ya registraba temperaturas de 35º y las noches empezaban a ser pesadas, calurosas y densas, provocando insomnio a más de uno. Lo peor llegó en julio, con la temperatura más intensa y sostenida desde agosto de 2003: hasta 25 días con más de 30 ºC y 14 noches consecutivas tórridas en el centro de la ciudad, invivible en muchos momentos.
Pero parece que el final de la ola de calor se acerca, y la segunda quincena de agosto permitiría ver, por fin, la luz al final del túnel. Los indicadores avisan de que a partir del 16-7 de agosto el anticiclón caluroso podría desplazarse hacia Italia gracias a temperaturas frías del norte de Europa. Esto podría provocar que en pocos días las temperaturas bajaran entre 8 y 10 ºC, devolviendo a los días y a las noches temperaturas mucho más agradables, propias de veranos anteriores, pudiendo incluso a llegar tormentos y chubascos que vendrían como agua de mayo.
Esta bajada de temperatura no está confirmada, por lo tanto mejor no emocionarse mucho sobre todo porque antes de bendecirnos con temperaturas más amables, el clima golpeará con un último repunte de los termómetros, como si el calor diera manotazos de ahogado antes de marcharse. Al igual que en las olas de calor que hemos vivido este verano, una bolsa de aire frío en altura empujará una masa de aire muy cálido proveniente de África, extendiendo por la Península el que, esperemos, sea el último episodio de uno de los veranos más calurosos de nuestra historia.