Lo que unió Barcelona, que Barcelona lo mantenga unido.
Una, por haber sido barcelonesa icónica, transnacional y por enmudecer a un auditorio en Nueva York en su primera actuación de enjundia; otro, por ser quien fue y por estar en boga a raíz del biopic (de cuestionable calidad) estrenado este año. Ambos, por interpretar juntos aquellas canciones en 1987.
Grosso modo se podría decir que éstas son las razones por las que el Ayuntamiento –el pleno– ha decidido elegir a Freddie Mercury y a Montserrat Caballé (por separado) como nuevos protagonistas del nomenclátor barcelonés.
El PSC quiso –y así será– que las calles desembocasen en un mismo punto. De hecho, tal es el grado simbólico del asunto que ambas vías se cruzarán en el nuevo Parque de les Glóries. Y es que una calle –su disposición, su nombre– puede ser simbólica. En este caso el simbolismo es representar la buena relación entre soprano y rockero.
En el caso de Caballé, con más de 200 actuaciones en el Liceu, se produce una situación extraordinaria. Para bautizar una calle con el nombre de una persona, es necesario que pasen cinco años desde que muere. Pero el escollo se puede salvar a través de la concesión de la Medalla de Oro.
Con respecto a la insólita alineación de los partidos políticos en la concesión, ya dijimos que: “El sí del resto de los grupos municipales no se ha hecho esperar. Y lo curioso es que ha habido quorum porque, contextualmente, también casa con uno de los proyectos del equipo de Ada Colau. Con el proyecto de feminizar el nomenclátor barcelonés. Y es que sólo el 7,5% de los personajes que tienen calle en Barcelona son mujeres. Una cifra ridículamente baja.”