La Torre del Rellotge del Port Vell pasa desapercibida en una ciudad tan monumental como Barcelona, escondida en su pequeño rincón del Moll de Pescadors. Pero como todo en esta ciudad, tiene su particular encanto. En este caso no por su estética, sino por su particular historia y dónde se ubica.
Se construyó hace dos siglos y medio, en 1772, y su cometido inicial fue el de servir como primer faro del puerto. No fue hasta hace aproximadamente 100 años, en 1904, cuando también comenzó a dar la hora para buscar una nueva utilidad a la estructura después de la irrupción del faro de Montjuïc. Por cierto, el 7 no solo sirve para marcar su correspondiente hora sino que también es una ventana que se puede abrir desde dentro para echar un vistazo al puerto. Ese es un pequeño secretillo de los muchos que guarda este emblemático edificio, sin el cuál es difícil imaginarse el Port Vell hoy en día.
Pero quizás lo más anecdótico del edificio sea su uso para establecer el sistema métrico. Suena raro decirlo hoy en día, pero la Torre del Rellotge fue esencial para que la unidad del metro midiera lo que mide hoy en todo el mundo.
Y esto fue porque allá por 1791 la Academia de Ciencias de París se decidió por buscar un sistema de medidas único y que no cada uno midiera las cosas a su manera, pues no existía una medida unitaria. Se tomó para ello de referencia el meridiano de París, concretamente en su tramo entre Dunkerque y Barcelona.
Fue André Méchain el encargado de hacer las mediciones en Barcelona y la Torre del Rellotge fue uno de los lugares de referencia que utilizó, como el Castell de Montjuïc o la Ciutadella.
Curiosamente, la torre se encontraba en un punto estratégico inmejorable, pues su ubicación coincidía con la intersección entre un paralelo y el Meridiano de París. De hecho, años después Ildefons Cerdà aprovechó esta condición para el diseño de las avenidas Paral·lel y Meridiana en el proyecto de l’Eixample, que coinciden exactamente con las líneas ficticias que le dan el nombre.