En Hospitalet se respira aire de tapas, de terraza y de sobremesas eternas. En la ciudad corre una brisa algo más fresca que en Barcelona, y cuando llega el buen tiempo las mesas de sus bares y terrazas se llenan con vecinos que saben de primera mano lo que es la cultura de bar, y que han convertido a l’Hospitalet en el verdadero centro neurálgico de la tapa. En una ciudad que creció en buena parte para acoger a las diferentes oleadas de inmigración andaluza, no podía ser de otra manera.
No es extraño, por tanto, que la sagrada tradición del vermut sea ley aquí también, y que existan verdaderos templos, muchas veces demasiado desconocidos, donde degustar esta deliciosa bebida amarga junto con algunos bocados tremendos. Hoy pasamos de las plazas de Gracia, nos olvidamos de la Barceloneta y huimos del Paseo San Juan para ir a descubrir los mejores lugares para hacer el vermut en l’Hospitalet, la ciudad que aún guarda algunos de los mejores secretos gastronómicos.
Celler 1912, decano del vermú en la ciudad
Su propio nombre lo indica, más de 100 años de historia al servicio del vino. Olor a vermut en cada centímetro cuadrado, el Celler 1912 es uno de esos lugares en los que uno, al entrar, se alegra de que no hayan desaparecido. Un referente en la ciudad donde todo gira en torno a una barra central donde brillan, como si fueran un tesoro, bandejas de gildas caseras, estrellas del menú. En lo alto barricas de vino y en el suelo unos dueños encantadores que transmiten ese espíritu tan propio de la ciudad, que te hace sentir como en casa dos minutos después de haber entrado por la puerta.
Carrer Major de L’Hospitalet, 55
Bodega Salán, un vermut en los bloques
La Bodega Salán es lo que no ibas a buscar en Hospitalet en el sitio que sí contabas con encontrar. Crecida a golpe de hormigón durante la segunda mitad del S.XX, varios de los barrios de l’Hospitalet están constituidos por los bloques de pisos que definen el perfil de tantos barrios periféricos de España. El barrio de Sant Josep es uno de ellos, un hongo de construcciones situado cerca de las vías de tren y a medio camino entre Hospitalet Centre y el barrio histórico cercano a Sant de Santa Eulàlia. En el pequeño laberinto peatonal que hay dentro de los bloques se esconde la Bodega Salán, un clásico con 30 años de historia hospitalense encima.
Como si quisiera recordar que Hospitalet un día tuvo playa (en el terreno que ahora ocupa la Zona Franca), en Salán dominan la sal. Las anchoas caseras son su especialidad, pero también las gambitas saladas o los morros. En su terraza, a los pies de los bloques, se respira un aire calmo y el silencio de las calles peatonales. Sentarse ahí a disfrutar de un buen vermut a la sombra de los edificios es apreciar que la belleza de una ciudad no siempre está en sus monumentos más rimbobantes, si no que muchas veces se esconde en la periferia.
Carrer de la Ciutat Comtal, 8
Bodega La Tecla, el arte de la croqueta
Que una croqueta define el nivel gastronómico de un lugar es algo que un foodie entiende de forma intuitiva, y que los cocineros han aprendido. No por nada todos los restaurantes gastronómicos tienen croquetas personales en sus cartas, que buscan sentar las bases de la cocina del lugar. Si nos guiamos por este parámetro, la bodega La Tecla es alta cocina.
Sin olvidarnos de las gildas, aquí el vermut se acompaña de la contundencia. Croquetazas caseras tamaño XXL con sabores también caseros, como las de idiazábal con membrillo o la de salmón con puerro. Talento en forma de croqueta. Si nos apetece algo más, hay callos, tortillas, albóndigas… Y si no nos apetece vermut, una pared llena de vinos que dan para elegir con calma. Por tanto, lo dicho, la bodega La Tecla es un verdadero lugar de alta cocina de barrio.
Carrer de Girona, 6
Bodega Pujós, la bodega del barrio
Seguimos la ruta por l’Hospitalet para ir hasta la bodega Pujós, en Collblanc, ese barrio que hace de frontera entre el Hospitalet más profundo, el Sants más popular, el Camp Nou y las zonas altas y privilegiadas de Barcelona. Un barrio bisagra con personalidad propia, uno de los más antiguos de la ciudad, donde se esconde la bodega Pujós, que reivindica su papel de bodega bandera en la zona.
Aquí encontramos todo lo que necesitamos. Vermú casero, gildas, conservas y salazones para acompañarlos, y una pizarra con letras escritas tambaleantes en tiza platos calientes entre los que están unas bravas que causan furor. Parada y fonda obligada sea cual sea la dirección que uno tenga ese día en su paseo.
Carrer de Pujós, 24
El Olivero güeno, viaje hasta el confín de la ciudad
El Olivero Güeno (sí, así es su nombre), es, quizás, el bar más anclado a otra época que existe en esta lista. Quizás, por eso, también, es uno de los motivos por los que esta lista vale la pena. Situado en los confines de Hospitalet (de hecho, estrictamente pertenece a Cornellà), El Olivero Güeno está situado, literalmente, en una calle donde acaba la ciudad. Frente a su local no hay nada, un barranco que cae hacia la Ronda y desde donde ya se divisa la Zona Franca. Ahí, en la última calle de la ciudad, los carteles coloridos de El Olivero Güeno dan testimonio de que todo lo que ya no hay.
Escrito a colores: Mollejas, callos, pinchitos, alitas… Las mollejas de este sitio son la razón para peregrinar hasta los confines del urbanismo y descubrir un lugar de verdad, donde la birra se sirve en quintos baratos y no en cañas de lujo, y donde, oh sorpresa, la bebida viene con una tapa que pueden ser, con suerte, esas mollejas que valen la supervivencia de todo un bar.
Carrer de Tel·luri, 6