La recuperación (o la supervivencia) de un negocio centenario siempre es una gran noticia. La pastelería Ideal, inaugurada en 1916 sufrió a principios de año, el 14 de febrero, 106 años después de su fundación, un incendio que casi la destruye. Un aparente cortocircuito en un microondas de la rebotica provocó un incendio que arruinó la parte trasera de la tienda. Por suerte, el calor y el humo solo afectaron parcialmente al obrador y a la tienda, una reliquia de la ciudad que conserva su decoración de 1948.
Con la reapertura del local vuelven los míticos chuchos y merengues de la Ideal, que se preparan aún con la receta del abuelo de la familia, el primer pastelero de una familia que lleva cuatro generaciones al frente de esta pastelería icónica del barrio de Gracia. Gracias a la recuperación del local, comprar los chuchos seguirá siendo un pequeño viaje en el tiempo. Aunque el incendio ha obligado a repintar las molduras de maderas y a limpiar los espejos característicos del local, la decoración tradicional se ha respetado, y se ha renovado la iluminación de la tienda, dando como resultado una tienda de toda la vida renovada y más luminosa. Miguel Ángel Álvarez, tercera generación de pasteleros en la Ideal, explica que, a pesar de algún cambio, «y de que el olor a quemado aún no se va del todo, se ha conseguido que el local quede prácticamente igual».
Miguel Ángel explica que se han dado mucha prisa «para preparar los dulces que sabían que todo el mundo iba a pedir en la reapertura». Los chuchos que, son la estrella, se acabaron el día de la reapertura, y otros, como el cremat o el merengue casero, que ya no se fabrica en muchas pastelerías de la ciudad, también. «La gente se ha volcado con nosotros, y quien no encontraba una cosa, se llevaba otra, ya que los vecinos siempre han mostrado muchas ganas de ayudarnos».
«Aquí atendemos a los nietos de antiguos clientes. Hay gente que yo conocí de niño y, ahora recibo a sus nietos». Estos nietos comen lo mismo que sus abuelos. La receta del chucho famoso o del chocolate caliente son del abuelo de la familia. Lluís, el hermano de Miguel Ángel, conserva una libreta negra con recetas y fórmulas escritas a mano, que ha ido digitalizando, pero que guardan los secretos de una de las pastelerías con más historia de la ciudad. Los postres tradicionales que sirven, como el cremat, demuestran que la pastelería catalana clásica, aquella que provee de postres a las comidas familiares de los domingos, recupera uno de sus grandes exponentes.
Hace ya muchos años en la pastelería instalaron algunas mesas para que los clientes pudieran sentarse a degustar sus dulces. Las costumbres cambian, y los vecinos que antes compraban sin pausa ahora agradecen un espacio de calma para acompañar los dulces con un café. Ahí era donde los clientes de toda la vida se sentaron en la reapertura de la pastelería esta semana, comiendo lo mismo que los graciencs llevan comiendo en esta pastelería desde hace más de un siglo.