Sí, seguro que has oído que los canelones se preparan en Sant Esteve para aprovechar las sobras de la carn d’olla y la escudella del día anterior. Y aunque esto es cierto, ¿te has preguntado por qué en el día más catalán de todos (Sant Esteve solo se celebra en Catalunya) comemos un plato italiano cubierto con una bechamel francesa?
Lo cierto es que la historia de los canelones es reciente y nace de la lucha feminista de la Barcelona de principios de siglo XX, cuando una mujer visionaria creó en Barcelona la primera librería de mujeres del mundo y acercó a las obreras novedades de otras partes del mundo que, cual efecto mariposa, acabaron creando uno de los platos más icónicos de la cocina catalana.
La Bonne, la primera librería de mujeres del mundo
Francesca Bonnemaison fue una pedagoga barcelonesa revolucionaria. Nacida a finales del s.XIX en una familia burguesa empezó en 1909 dirigiendo una humilde biblioteca femenina parroquial en el claustro de Santa Anna. El proyecto, que permitía a las mujeres reunirse por primera vez entre libros fuera de supervisión de sus maridos, impartía clases de cálculo, corte y confección, gramática o… cocina.
El éxito fue tal que esta bilblioteca se convirtió rápidamente en el el Instituto de cultura y Biblioteca Popular de la Mujer (la primera biblioteca femenina del mundo) enfocada en la educación y la promoción de la mujer desde el catalanismo y el catolicismo social (Francesca venía de una educación de progresismo religioso). La biblioteca se mudó de la parroquia de Santa Anna a la calle Elisabets, en la Casa de la Misericòrdia, donde siguió creciendo, adelantando en muchos años a otras librerías feministas históricas como la Fawcett Library (1926) de Londres y la Biblioteque Marguerite Durand (1931) de París.
En 1922 el Institut se trasladó a la misma sede que ocupa a día de hoy, en la calle Sant Pere més baix, 7, en un antiguo palacio medieval. Allí, más de 30.000 mujeres recibieron clases de todo tipo (en una época donde era común que las mujeres se quedaran en casa o no supieran leer), convirtiéndose en un lugar de referencia para la historia de la liberación de la mujer en la ciudad.
Rondissoni, el cocinero italiano que enseñó cocina frances a obreras catalanas
Entre todas las clases que se impartieron en la Bonnemaison, las de cocina fueron algunas de las que más éxito tuvieron. Presentar las clases de cocina como una herramienta liberadora para la mujer hoy en día puede sonar extraño, pero a principios del s.XX un espacio de encuentro exclusivo para mujeres donde estas podían relacionarse entre sí sin control de los maridos (y donde se reunían diversas clases sociales) y tenían acceso a libros y noticias de otros países, esto era algo revolucionario.
En estas clases de cocina destacó un nombre propio: y entre ellas destaca un nombre propio: Josep Rondissoni. Este cocinero italiano era discípulo del francés Auguste Escoffier (el padre de la cocina moderna) y fue profesor de cocina en «La Cuina» de la Bonnemaison (que, por cierto, está en el mismo lugar ahora donde estaba entonces) durante el tiempo que duró la actividad del Institut.
Aquí se impartían clases cada día de la semana: los días de entre semana a las mujeres burguesas con sus criadas, las tardes a las trabajadoras, los domingos a las obreras que trabajaban el resto de la semana… Se enseñaba la cocina de moda entonces y, entre ellos, uno de los platos estrella del momento, los canelones.
Los canelones: de la burguesía a las clases populares
Los canelones ya se habían servido antes en Barcelona, donde hay registro en 1815 de los que se preparada Beco del Recó, una taberna regentada por el italiano Antonio Ardizzi y más tarde la famosa Maison Dorée de Plaça Catalunya. Pero fue gracias a las clases de Rondissoni que este plato explotó.
El porqué de una receta originalmente italiana pero aderezada con una bechamel francesa era popular nos conecta con las modas en la gastronomía, que en cierto momento pasaron de Francia a Italia. Pero lo cierto es que los canelones triunfaron en las cocinas de la alta sociedad. Así, las mujeres bien que iban a clase de Rondissoni pedían aprender esta receta, que, a su vez, aprendían las mujeres del servicio que, a su vez, la preparaban en sus propias casas. Y así se popularizaron los canelones.
Hasta el momento, en Sant Esteve se cocinaban arroces a «a la catedral» o «de colls i punys», que se hacían con sobras del día anterior. Del cruce de esta costumbre. la de los canelones italianos, la bechamel francesa y las carnes del rostit catalán surgieron los canelones de Sant Esteve, una tradición nostradísima de Catalunya.
Y así, un plato italiano de lujo se convirtió, gracias a la lucha feminista y obrera de Francesc Bonnemaison, en un plato popular catalán que se consume en una de las fiestas más catalanas de todas. Ahora ya sabes que la próxima vez que veas a tu abuela cocinando canelones, sus manos están conectando tus papilas gustativas con uno de los episodios más bonitos de la lucha por la liberación de la mujer en Catalunya y en el mundo.