“Sé vivir sin pasta, sé tenerla”, dijo C. Tangana en alguna de sus canciones cuando se llamaba Crema. Esta frase, parcial sinónimo de austeridad, bien podría ser aplicada a Antoni Gaudí: sé construir una casa con un presupuesto ilimitado y los mejores vidrieros, ebanistas y forjadores y sé construir un colegio para una fundación religiosa cuyo presupuesto es el mínimo.
El segundo de los ejemplos es el Colegio de las Teresianas, del que te hablábamos en este artículo. El primero es el referido en el titular: el Palau Güell. El Palau Güell también se puede presentar como un aldabonazo. O siendo menos enigmático, literario y pedante: el primer trabajo que Gaudí le hizo a Eusebi Güell.
No obstante, por dar a entender la dimensión y la importancia del binomio, voy a tirar de otra imagen. El Palau Güell es como el primero de los discos que grabaron Camarón y Paco de Lucía.
Dicho esto, cabe comentar que Eusebi Güell tenía más dinero que el rey –hipérbole (o no)–. Y como ya se sabe que el dinero es poder, ni siquiera la legalidad iba a impedir que se pudiera construir su palacete. Y es que, en un primer momento, el proyecto no iba a prosperar porque Rovira i Trias, el arquitecto que urbanizó l’Eixample, emitió un informe negativo al Ayuntamiento. El proyecto no cumplía la normativa. Pero los contactos de Güell eran los contactos de Güell y el informe se desestimó.
Y dada la explicación de la historia en términos de binomio, también tiene sentido hacer la diferenciación entre fachada e interior. Quienes saben de esto –aludo a los expertos, porque mi opinión no es la misma– dicen que la fachada es austera. Y su austeridad contrasta con el lujo del interior. Tan lujoso es el interior que partes de la decoración fueron expuestas en la Expo 1888.
El bueno de Eusebi Güell invitaba a la gente para enseñarles la terraza, que parece un ensayo de la terraza de la Casa Batlló. En este lugar reposa gran parte del interés de la obra porque fue el primer sitio en el que Gaudí puso en práctica la técnica del trencadís. Para enseñar la terraza, decimos, y también el sótano. El sótano es tremendo y tiene una historia densa –fue refugio antiaéreo y el calabozo de una comisaría–, así como unos elementos prácticos como el sistema de aireación que son dignos de elogio. Amén de la estética: parece haber sido proyectado por George RR Martin, parece el escenario de un capítulo de Juego de Tronos.