El árbol data del mesozoico y, lógicamente, es prehistórico.
En el hipotético e improbable caso de querer contar todos los hechos históricos que se han producido mientras esta planta vivía, podríamos tardar mucho tiempo o poco tiempo. Aunque suene a memez, el comentario es cierto: el pino de Wollemi ha vivido todos los hechos de la historia. Y ya está. Habríamos tardado poco.
Aunque, ojo, hay trampa. No nos referimos a este ejemplar en concreto. Este ejemplar, el que hay en los Jardines de la Tamarita, es todavía joven. Y su familia dominó el planeta durante el Mesozoico.
El Pino de Wollemi no es un pino y sí un árbol que se creía extinto. Hasta que se descubrió que no en 1994. Cuando un investigador se topó con un ejemplar en un parque natural de Australia. De Australia, claro, porque de ahí es natural el pino de Wollemi. De Australia se ha extendido a otros países. España es uno de ellos. Y en España hay algún que otro ejemplar. En Barcelona, en concreto, hay dos. Uno, en el Jardín Botánico y otro, en el de la Tamarita.
El de la Tamarita es el que más nos sorprende por la naturalidad con la que se conserva: una valla lo recubre y ni siquiera hay una placa que lo identifique.
Pongamos que un parque es un museo con plantas. Es un suponer muy naif. En ese caso, el pino de Wollemi sería como un Van Gogh en un museo de provincias. Un museo en el que la entrada es gratuita.
Porque eso es el Jardín de la Tamarita: un parque tranquilo y sereno. Un oasis en medio de la ciudad. Un parque que por cosas como estas puede causar un ligero priapismo en un biólogo.