No hay celebración popular que no vaya acompañada de su receta correspondiente. Es una alianza histórica española que se manifiesta en cualquier fiesta que se tercie (aunque puede variar en función de la comunidad de la que estemos hablando, claro). En el caso del Día de todos los Santos, por ejemplo, el maridaje entre fiesta y castañas es un clásico más clásico que un Madrid-Barça.
Y es que esta festividad es importantísima en Cataluña. Y quien ha mamado la tradición desde bien pequeño, lo sabe. Lo sabe y por eso rechaza Halloween: porque entiende que viene a ocupar un puesto ya ocupado por otra festividad. Un puesto para el que no cabe la simultaneidad.
No obstante, con esto tampoco queremos decir que el Día de Todos los Santos sea netamente español o barcelonés. Más bien sería conveniente comentar que su origen es de raigambre céltica. Viene derivado de las celebraciones anuales y estacionales y se la apropió el cristianismo en el siglo VII.
En este punto cabe entender cuál era la situación de los campaneros durante esta noche. Estos seres abigarrados, fornidos y noctámbulos tenían la obligación de pasarse toda la noche dándole al badajo. Con el fin de avisar de la llegada del momento de orar a los difuntos y con el gasto calórico que conlleva.
Tal era (y es) el gasto calórico que supone esta actividad, que los campaneros se tenían que turnar. Y en el ratito de descanso que tenían uno y otro, se hinchaban a un alimento que el ser humano lleva comiendo desde el paleolítico: castañas. Y éstas iban regadas por un chorrito de moscatel, que ayudaba a meter calor en el cuerpo. (No me gustaría desaprovechar la oportunidad de barruntar la posibilidad de que “llevar una castaña” como sinónimo de estar ebrio venga de aquí).
Con el paso de los años, se fueron incorporando los panellets y los boniatos y la fruta confitada. Y el sentido de su consumo radicaba en la vigilia familiar. Alimentos (todos los mencionados), altamente calóricos.
Así que ya lo sabes. Si el jueves te pegas un atracón de castañas y luego te notas insomne, ya conoces la causa.