Una de las ventajas de los prescriptores de secretos urbanos radica en contar en primicia aquello que, tiempo después, forjarán la leyenda de una ciudad. No vamos desencaminados si decimos que el desembarco de la primera sede The Hoxton en España marcará un hito, no sólo en el sector hotelero de la ciudad, sino además en el antiguo distrito industrial barcelonés del que toma su nombre el 11º hotel de la cadena británica que opera en Londres, París, Roma, New York, Chicago, L.A. y Portland.
Aposentado frente a la plaza Glòries, y bajo la imponente forma ovalada de la antigua Torre Agbar, The Hoxton, Poblenou abrió sus puertas hace apenas una semana, cuando las rosas de Sant Jordi aún lucían frescas en el edificio que albergó el Hotel Gates Barcelona. Un aterrizaje precedido por dos años de obras y un equipo local volcado en esculpir un hotel revolucionario: flexible, asequible y con alma de hogar barcelonés.
Y para cristalizar este compromiso con la ciudad, el equipo contó con Barcelona Secreta la misma noche del estreno y, de este modo, poder contar en primicia secretos tales como el poder reparador de sus camas, la calidez del equipo y la vertiginosa panorámica 360º que abarca una perspectiva insólita de la Sagrada Familia, del Tibidabo y, claro, del horizonte mediterráneo.
“Los espacios comunes del hotel están pensados para sentirte en casa, para que te quedes a trabajar, para celebrar con amigos o para pasar el afterwork de un jueves con tu equipo. Es todo lo que esperas de tu propio barrio”, sentenciaba Cristina Imaz, directora general de la nueva sede de la cadena británica.
Precisamente, una de las señas de identidad de la cadena es poner en práctica la misma consigna en cada una de las ciudades: fem barri. The Hoxton, Poblenou ya lo expone en su propia nomenclatura: nace con el propósito de establecer un diálogo con este barrio consolidado gracias a la innovación y de la creatividad que, en las últimas dos décadas, ha experimentado una regeneración urbana gracias a proyectos como 22@District, que han facilitado la conversión de las antiguas fábricas en bares, estudios de artistas, boutiques vintages, museos como el Can Framis, sorprendentes restaurantes y, por otro lado, dignificando a incunables del ocio barcelonés como el Razzmatazz.
En esta línea, Alex Trilla, brand manager de The Hoxton, Poblenou, exponía con el entusiasmo tatuado en la cara: “Huimos de la formalidad sin descuidar la dimensión artística del hotel. Toda nuestra filosofía gira en torno a una máxima: la flexibilidad y el compromiso con el público local y el viajero ocasional”. Y culminaba: “El hotel debe facilitar la vida del viajero y del ciudadano por igual. ¿Por qué poner obstáculos si es más bonito poder decir que sí?”.
Pero empecemos por el principio. Contra todo pronóstico, la gran marquesina de acceso al edificio contrasta felizmente con un acogedor y espectacular lobby que sorprende desde el principio y formaliza sus intenciones: una fabulosa barra de estilo neoyorquino enmarcada por el colorido mural pintado por la artista local María Marvila da la bienvenida, junto a un festival de colores pastel y una colección de obras de arte seleccionadas por John Brown Projects.
En un discreto lado derecho, el mostrador del hotel hace las veces de kiosco de revistas de diseño que comisaria News & Coffee y, frente a este collage editorial, Best Of es la tienda de firmas locales cuidadosamente elegidas por el equipo directivo del hotel. Contiguo, se abre de par en par L’Apartment, un espacio que hace pensar en el piso noventero de Mónica y Rachel en Friends, pero con todas las comodidades de un coworking del siglo XXI.
En sintonía con esta filosofía de reformulación de los espacios comunes a las necesidades pospandémicas, La Cava, alojada en el sótano, es una composición de varias salas multifuncionales en las que se desparrama el ingenio arquitectónico de The Hoxton, donde entran en juego paredes retráctiles de madera, grandes pantallas y guiños a las islas de las cocinas americanas, todo pensado para acoger a un feliz aforo de 300 personas.
Llegados a este punto, cabe mencionar el mayúsculo trabajo de interiorismo, a cargo Ennismore Design Studio, del conglomerado empresarial homónimo al que pertenece The Hoxton. El buen gusto se palpa en cada uno de los espacios de este edificio de diez plantas. Eso sin hablar de una extraordinaria red de lámparas, apliques, focos y haces de luz de diseño que componen un trabajo lumínico sin precedentes.
De vuelta al lobby, en el extremo opuesto, un rótulo de sinuosas formas westeriana reza Four Corners. Comisariado por el pizzaiolo Anthony Falco, Four Corners, en palabras de Alex Trilla, “es un tributo a las pizzas estilo Detroit, cuadradas con pan de masa madre, un peligro para los que amamos el queso». Este lugar, el de Four Corners, está organizado en ‘cuatro esquinazos’: el comedor consagrado a un gran mural de Caroline Denervaud, una terraza a pie de calle, la tienda al corte y una bodega, la versión canalla de un antiguo colmado barcelonés. Mención especial a su carta de vinos naturales de pequeños productores europeos y a la cerveza artesanal Garage Beer.
Proyectado por el arquitecto Juli Capella, el hotel reparte el encanto de sus 240 habitaciones en diez pisos. Estancias todas ellas bañadas sin pudor por la luz que procuran inmensos ventanales, y que completan encantadores suelos de terracota, tapices artesanales, piezas de arte, alfombras de yute natural y una paleta de colores mediterráneos que calman cualquier estado de ánimo.
Repartidas en cinco categorías (Roomy desde 185€), la gran novedad de la nueva sede de la cadena se traduce en la Homey Up (desde 485€), un espacio con cocina, salón y con opción a dos camas más en un espacio aparte pensado para familias o huéspedes de larga estancia. En los baños, reinan los azulejos Zellige, la sencillez de sus propias amenities, Blank y el mismo resplandor mediterráneo que invita a quedarse a vivir en este hotel una temporada.
Una de las grandes bazas del flamante vecino del Poblenou gira en torno a su política de precios. Siguiendo la lógica a la que alude Trilla, The Hoxton, Poblenou se ha hermanado con la cifra del vecindario, una decisión audaz en la escena barcelonesa de la restauración. Cristina Imaz Boada secunda a su compañero: “La clave para que un vecino decida pasar una jornada laboral en el hotel está en el precio. Hemos tratado de ofrecer un producto premium, en un entorno de diseño, a un precio asequible para cualquier ciudadano”.
Llegados a este punto, no parece descabellado afirmar que The Hoxton, Poblenou se ha desmarcado del hotel al uso con una franqueza demoledora. Tal y como sintetiza su brand manager: “Tres ejes marcan nuestro desembarco: el mini-bar es a la carta, se elige en recepción y lo compras a precio de supermercado. En segundo lugar, el precio de la reserva no cambiará, no hay sustos en el precio final. Y finalmente, hemos derribado una barrera invisible haciendo del check-in un proceso de entrada y salida flexible y adaptado enteramente a los horarios que manejan nuestros clientes, y no al revés».
En la misma senda, cabe hacer un alto en el camino para hablar de uno de los secretos a los que ha tenido acceso este medio: las camas de las habitaciones se impregnan de la suavidad de unas sábanas de lino creadas ex profeso y del descanso que proporcionan sus colchones. Tras doce horas de profunda desconexión, la segunda gran sorpresa se desliza, al día siguiente, entre las hamacas balinesas de una azotea con una piscina a la que no se le puede negar un baño.
En ese mismo rooftop, es donde se despliega el gran secreto de The Hoxton, Poblenou: las vistas panorámicas 360º que nos devuelven una perspectiva insólita de la ciudad. Ahí mismo, se cierra el cortejo gastronómico del hotel con Tope, una propuesta gastronómica informal de factura mexicana con un racimo de platillos, cócteles y vibraciones del país azteca que aspira a convertirse «en uno de los espacios de tardeo que tanto reclaman los barceloneses», apunta Cristina Imaz.
“La magia de este hotel es haber equilibrado la funcionalidad del servicio con la satisfacción del cliente sin que ello encarezca el servicio”, pontifica la directora de este flamante y nuevo habitante de Barcelona.