Barcelona recibió en 2023 el doble de cruceristas que habitantes tiene la ciudad. Este dato duro sirve para contextualizar, de un plumazo, la intención del gobierno de Collboni de empezar negociar la limitación del turismo de cruceros que supone, en verano, un auténtico aluvión constante de turistas que cubre la ciudad durante las pocas horas que pasa en ella.
Sin números concretos en la mano, el Ajuntament ha anunciado que se sentará a negociar con el Port de Barcelona la reducción de los 803 cruceros (más de dos por día) que visitaron la ciudad el año pasadohttps://barcelonasecreta.com/900-cruceros-puerto-barcelona/, y que convierten a Barcelona en el cuarto puerto de cruceros más grande del mundo por detrás de los tres puertos de Miami (una ciudad con 6 millones de habitantes en su área metropolitana).
Lo ha explicado Jordi Valls, teniente de alcalde de Economía, Hacienda, Promoción Económica y Turismo, que dice que el Ajuntament quiere redactar un nuevo convenio que permita “controlar, gestionar o limitar” el número de cruceristas que llegan a la ciudad.
¿Cuál es el límite?
El convenio actual entre el Ajuntament y el Port de Barcelona lo firmó en 2018 el gobierno de Ada Colau y, aunque se afirmaba que era necesario limitar el número de turistas, el acuerdo no restringía este número, y se limitaba a concentrar la actividad de cruceros en siete terminales situadas en el muelle Adosado, el más alejado de la ciudad, permitiendo acumular hasta siete cruceros a la vez. Actualmente están en marcha cinco de ellas, y se está construyendo una para la naviera MSC y otra, recientemente adjudicada, para Royal Caribbean.
La idea del nuevo convenio es «discutir el número de terminales, sino, principalmente, para debatir el de pasajeros. Que cada año crezca el número de visitantes un 9% no es asumible por la ciudad». Esto supone un aumento de unos 300.000 cruceristas anuales, en una ciudad en la que los números del año pasado superaron en un 13% los de 2019, último año de actividad normal antes de la pandemia.
Para Valls, «es necesario debatir los límites. En una ciudad donde el turismo representa el 14,5% del PIB, si superamos la capacidad de carga que puede soportar Barcelona, lo que aportan los visitantes ya no tiene valor”. «Es complicado marcar un límite de turistas pero hay que encontrar alternativas que permitan diversificar la economía y no depender tanto del turismo».
¿Adiós a los cruceros?
Valls ha querido, no obstante, aclarar, por si algún agente económico se sintiera interpelado, “que nadie se engañe, eso no es cuestionar el turismo. Es un debate de diversificación económica» y que «no queremos que desaparezcan los cruceros».
Si se toman medidas, Barcelona no sería la primera en hacerlo. Dubrovnik empezó en 2018 acordando con la Cruise Lines International Association (Clia) limitar los atraques de barcos a dos cruceros diarios y un máximo de 5.000 viajeros. Después Venecia, en 2021, acordó prohibir a los grandes cruceros atracar en el centro histórico. En Palma de Mallorca se ha limitado el número de barcos, enMonterrey (EE UU) solo pueden visitar la ciudad 1.000 cruceristas al día y en Amsterdam evalúan cerrar una terminal.