Los búnkers de Barcelona se han masificado. A las puertas de una Semana Santa que anuncia récords de visitantes que superarán las cifras pre-pandemia, y a pocos meses de un verano que también promete alud de visitantes, el mirador más famoso de Barcelona se ha convertido en un punto rojo que demuestra las tensiones que se pueden generar cuando los vecinos de una ciudad han de convivir con el turismo masivo.
En la última semana la polémica se ha disparado. Las imágenes que muestran las fiestas multitudinarias que se arman en el mirador y las molestias que esto supone para lo vecinos han provocado que la ciudad instale un dispositivo policial para controlar el acceso a los búnkers. Pero lo cierto es que parece no haber funcionado, y las quejas de los vecinos, que señalan que los turistas bebidos hacen ruido, rompen sus coches o pican a la puerta de madrugada para pedir abrebotellas para sus vinos, continúan.
¿Qué ha pasado en los búnkers para que, en pocos años, hayan pasado de ser unos restos abandonados a convertirse en una Rambla en las alturas? Hacemos un pequeño recorrido por la historia del último punto caliente de la historia del turismo en la ciudad.
Unos búnkers que no son tal
Pues eso es lo primero que hay que saber. Los búnkers del Carmel no son, en realidad, unos búnquers, o no exactamente. Las construcciones que hay en la cima del Turó de la Rovira son, en realidad, baterías antiaéreas construidas durante la Guerra Civil para repeler los ataques de la aviación fascista sobre la ciudad.
Los cuatro cañones de la batería estuvieron en funcionamiento hasta 1939, cuando las tropas republicanas que se retiraban abandonaron las instalaciones, manteniéndolas en pie pero inutilizando los cañones, dejando tras de si unas construcciones que pronto pasarían de comando militar a poblado chabolistas.
El barrio de Los Cañones, barracas en lo alto de la montaña
Muy poco después de que los militares abandonaron la zona, las baterías se fueron ocupando con vecinos que crearon aquí barracas de autoconstrucción aprovechando las antiguas dependencias de los soldados. Así, los dormitorios o la sala de oficiales pasaron a ser estancias de las nuevas casas del barrio de barracas de Los Cañones.
El nuevo barrio, como tantos otros en una ciudad que crecía más rápido de lo que podía asumir, se convirtió en un rincón olvidado, donde los vecinos sobrevivían en casas de autoconstrucción sin agua, luz ni alcantarillado. El barrio de Los Cañones, como otros barrios de chabolas de la ciudad, se fueron asentando a lo largo de los años, llegando a haber cerca de medio millar de barracas que se mantuvieron hasta los Juegos Olímpicos.
En 1990, en pleno proceso de lavado de cara de la ciudad para los JJOO, los búnqueres fueron desalojados y sus vecinos realojados en los «bloques verdes» de Can Baró (unas construcciones algo más abajo en la montaña). El espacio, una mezcla de restos de las baterías y las barracas, quedó abandonado y olvidado hasta 20 años después.
El renacimiento de los búnkers en la Barcelona turística
Después de dos décadas de abandono absoluto, en 2011 Barcelona reinauguraba el espacio patrimonial del Turó de la Rovira, con los espacios arreglados y vías de acceso. El espacio, museízado, recupera la historia de las baterías antiaéreas y del barrio de barracas, al tiempo que se convierte en un precioso mirador sobre la ciudad.
No obstante, la reforma coincide con el crecimiento exponencial del turismo en la ciudad (desde 2011 hasta la prepandemia, en 2020, Barcelona pasa de los 7 millones de turistas anuales a los 12) y los proyectos de descentralización del mismo, que en los últimos años han buscado «sacar» a los turistas del Ciutat Vella para descongestionar la zona, creando puntos turísticos alternativos que repartan a los visitantes por otras zonas de la ciudad.
TikTok romantitzant els búnquers del Carmel amb vídeos amb mig milió de likes i 70.000 comparticions. N'hi ha centendars. Barcelona és un plató gegant i una sala de festa per guiris, on les veïnes importem més aviat poc. Se'm desferma la turismofòbia, ho reconec. pic.twitter.com/GlqALvS0Gh
— Clara Narvion (@claranarvion) April 3, 2023
Este tipo de proyectos, junto a la creciente internacionalización de Barcelona, el crecimiento de comunidades de residentes temporales (los expats) y el turismo de Instagram, han desembocado en las escenas que se han visto la semana pasada.
De barrio de barracas a discoteca al aire libre para turistas
Les escaletes del passatge Farigola saturades com mai. El turisme és el fenomen més objectivament negatiu i tòxic que patim als barris. Això és insofrible! pic.twitter.com/5qAyDWM4JA
— Associació Veïnal Som Barri (@AVallcarca) April 2, 2023
Las asociaciones de vecinos del Carmen y Vallcarca publicaban hace unos días en redes imágenes virales en las que se veía que las antiguas baterías antiaéreas se han convertido en zonas de reunión para un público mayormente extranjero que monta fiestas incompatibles con la vida de los vecinos. De la misma manera, este fin de semana las calles de acceso a la zona se colapasan, llenas de visitantes que suben a la montaña de un barrio, a priori, alejado de la ruta turística habitual.
Las fiestas con djs y altavoces, que se publicitan en redes, han atraído este fin de semana a más de mil personas, a pesar del dispositivo policial creado para evitar el exceso de aforo. Más allá de las aglomeraciones y el ruido hasta altas horas de la noche, los vecinos han denunciado además que los turistas pican a sus puertas para pedir que les abran las botellas de vino o agua para mate o provocan destrozos en el entorno.
nopucmes amb els guiris això és aquesta tarda, als bunkers del carmel pic.twitter.com/iMgptl45Ov
— àngela🐝 (@gelaatinaa) April 2, 2023
Así, lo que hace pocas décadas era un barrio olvidado al que la ciudad no quería mirar se ha convertido, ahora, en un reclamo turístico que impide la vida normal de los vecinos. Los vecinos se han manifestado y piden que se restrinja el aforo y se cierren los accesos a la noche, pero, a día de hoy, no existen novedades más allá del ruido mediático y los tímidos dispositivos policiales.
En una Barcelona que espera récord de turistas este verano, el futuro de las noches búnkers del Carmel no se puede ver, ni escuchar, ahogado como está bajo el ruido de los altavoces de los djs.