Como si fuera los Juegos Olímpicos y volviéramos a estar en 1992, Barcelona ha necesita de un gran evento, la Copa América, para volver a mirar a su mar. Más allá de todas las transformaciones urbanísticas, las afectaciones a vecinos o la misma regata, ahora la ciudad ha lanzado un nuevo sistema de movilidad acuática para transportarse por el puerto: el Bus Nàutic.
El pasado verano el ayuntamiento ya anunciaba un «autobús náutico» que conectará Las Ramblas con los tinglados (o restaurantes) del Moll de Llevant (los que hay pasado el hotel Vela). Ayer esta línea se estrenó con dos catamaranes ecológicos de cero emisiones, que ofrecerá una conexión directa para aliviar los colapsos durante la temporada veraniega debido a la intensa movilidad turística en la zona que se espera que crezca con el evento deportivo.
Una «línea puerto» con cinco paradas a 1,9€ el trayecto
La nueva línea de «bus náutico» conectará el Portal de la Pau (el puerto al final de la Rambla) con una zona poco concurrida, el Moll de Llevant y sus nuevos tinglados y el nuevo edificio Mirador con la rambla de la Nova Bocana (toda la zona tras el hotel Vela), que vivirá un impulso con la reforma salida de la Copa América.
El servicio funcionará 12 horas al día, con una frecuencia de paso entre 15 y 30 minutos. El billete de ida cuesta 1,9 € y la ida y vuelta tiene un precio de 2,85 €. También hay abonos para 10 viajes, que cuestan 13,30€ y para dos (10€) o 30 días (40€), así como descuentos para niños y jóvenes y para personas mayores. El objetivo en el futuro es integrar el servicio en el sistema tarifario ordinario.
Los Juegos Olimpicos y sus reformas consecuentes tiraron abajo los tinglados de la Barceloneta hace cuarenta años para abrir Barcelona a la playa y e hiceron que el puerto perdiera poco a poco su función tradicional en beneficio de centros comerciales como el Maremagnum o el puerto para yates de lujo.
Ahora la reforma del nuevo puerto pasa por volver construir unos tinglados pocos metros más allá de donde estaban los originales, reabrir la lonja de pescadores en un puerto cada vez menos pesquero y buscar el reencuentro de los barceloneses con la Rambla y su puerto a través de un barco, como ya hicieran hace unos años las golondrinas con el rompeolas. En una ciudad entregada al turismo, habrá que ver si el nuevo espacio del puerto ganado a la ciudad es una ganancia para los barceloneses o, simplemente, una nueva cesión a los visitantes.