El Antic Teatre es una parada imprescindible en toda guía turística. Eso que ahora llaman un spot o un must. Rara es la noche de fin de semana que no obstaculiza la entrada un cartel que reza aforo completo. Su patio, su terraza y su bar son frecuentados por locales y turistas.
Pero no siempre fue así. «En el 2003 esto era una ruina total. El Antic era nuestro espacio de creación experimental no comercial. Esto es muy importante», defiende Semolina Tomic, fundadora y actual directora del Antic Teatre. Las declaraciones, cargadas de rabia contenida, encendidas y sarcásticas, las ha hecho delante de una audiencia que abarrotaba la sala del teatro y entre la que se mezclaba la prensa con los vecinos y artistas para quienes el Antic es mucho más que un solar en un barrio rentable.
Los responsables del Antic han querido reunir a la prensa delante de los habituales. Artistas que crecieron gracias a su exposición en el Antic, artistas que no entienden la cultura en Barcelona sin este centro que ahora peligra. El propietario del edificio, según se supo no hace mucho, pretende subir el alquiler a 7.500 euros al renovar un contrato que acaba a finales del 2024, y el centro no podría asumir esos costes.
A Semolina Tomic le duele que el millón de euros que se invirtió en revitalizar aquel espacio, de los cuales un 60 por ciento era dinero público, «acabe regalándose ahora al empresario de turno» que decida comprar. «Esto será un restaurante, un McDonald’s. Imagínate los gintonics a 12 euros», sentencia Semolina, y los allí presentes ríen por no llorar, porque saben que es verdad. La pelota no se sabe muy bien en el tejado de quién está. Los abogados del Antic están hablando con la Generalitat y el Ayuntamiento, pero nadie tiene nada por seguro.
Semolina fue la primera en hablar, pero luego el micro ruló de mano en mano. De artistas a vecinas. Algunas más vehementes que otras. ¿Por qué debería salvarse un centro cultural como el Antic Teatre más allá de lo bohemio de su terraza? Allí la tenían clarísima: «Porque para quienes no hemos mamado las escuelas de teatro, esta ha sido nuestra casa. Porque pagar 20 euros en el Lliure es mucho para nosotros. Porque esta es nuestra casa y la casa se defiende», jaleaba uno de los artistas allí presentes.
Mientras el micrófono giraba de mano en mano entre caras conocidas, alguien lo agarró y defendió la existencia del Antic como centro y como promotor, pero también como exportador de vanguardia. «Esta ciudad es un desierto para la vanguardia y los sitios como el Antic sobreviven de la vanguardia. El Antic Teatre es el corazón de la vanguardia y el resto de sitios se alimentan de ella».
Las últimas en intervenir fueron las llamadas «yayas del Antic». Mari Creu, una vecina de 75 años que vive en la misma calle del teatro, agarró el micrófono y empezó a hablar en castellano, que es como dice que habla cuando se enfada: «tendríamos que hacer como cuando –en los 70– se encerraron en el Instituto del Teatro tres o cuatro días, y no se movió de allí nadie hasta que se solucionó. Esto es lo que tenemos que hacer. La cultura en Barcelona es una mierda y esto lo salva. Y no nos vamos a mover de aquí», gritaba.
Y Cristina Morales, allí presente, secundó: «Olé tu coño».