
Y cuando parecía que no podía ser, el barrio Gótico, la zona de Barcelona más expuesta al turismo y a las masas, nos descubre un nuevo secreto. En la calle Petritxol, la calle del chocolate de Barcelona, una librería que pasa desapercibida y que conserva aquel aroma de antaño, a madera crujiente y polvo sobre los libros, esconde una sorpresa.
Es el Espai Quera, la librería más antigua de la ciudad. Una tienda centenaria dedicada a la literatura de montaña que en 2019 decidió dar un giro a su larga historia: de vender solo libros y ser uno de los guardianes de la cultura excursionista de Cataluña, a serlo también de su cultura gastronómica, y ofrecer, en la rebotica de la librería, los platos que, probablemente, muchos montañistas catalanes han comido en los descansos de sus ascensiones.
La experiencia es preciosa. Desde una calle Petritxol en la que no cabe más gente, se atraviesa una puerta con escaparate de madera para entrar en un local que abrió en 2016, y en cuyas paredes hay libros, por supuesto, pero también recortes de diarios con hazañas montañistas, mochilas viejas de excursionismo o esquís antiguos de aquellos gruesos de madera, que recuerdan a las aventuras a la conquista de los polos. Dejando la librería atrás, uno accede al restaurante. Allí se sienta en alguna de las mesas también forradas con recortes de diarios, mira a la cocina abierta y el trineo que hace de mesa de pase y también siente el olor de la historia: el comedor de la Quera y su cocina ocupan el mismo sitio que antes ocuparon estos dos espacios cuando la parte trasera de la librería era la casa de los dueños, y era la familia quién se sentaba aquí a comer.
Cultura excursionista, cultura gastronómica
En un país de montaña como Catalunya la cultura excursionista forma parte indistinguible de la identidad nacional. La oferta gastronómica del Espai Quera no ha querido ser ajena a esto, y por eso ha construido una carta con ejes sobre el producto local, las recetas tradicionales y un bodega de referencias catalanas. Y en una librería, o restaurante, de siempre, un servicio que recuerda al de una casa de comidas, de aquellas que poblaron Barcelona a principios de S.XX: cocina ininterrumpida de once de la mañana a once de la noche, ya que para un buen gulafre nunca es mala hora para llevarse un plato a la boca.
De los productos locales destacan las latas y los aperitivos, que como ellos dicen, van «De Vilassar a l’Escala», en un recorrido por la costa catalana que encapsula en latas lo mejor del mar catalán. Y si la gastronomía catalana es mar i muntanya, la montaña está en los embutidos y los quesos que forman el otro pilar del producto en Quera. Quesos y embutidos seleccionados, la mayoría del Pirineo. Quesos como el Bauma y embutidos de las montañas (¿Cómo no?), servidos en pan de coca con tomate para realzarlos. En definitiva, una representación de esa cocina catalana de la conserva, ya sea en forma de embutido o de lata, que tan bien define la comida local.
El otro eje de la carta son esos dos guisos tradicionales: las mandonguilles –albóndigas, en castellano- y los canelones, que sirven los dos solos para explicar la historia gastronómica catalana. Nada como unas mandonguilles amb sípia para resumir la cultura del mar y montaña que replican los embutidos y las latas, y nada como esos canelones de Sant Esteve para explicar la influencia francesa en la gastronomía catalana o la cultura de reaprovechamiento de cualquier gastronomía popular. Y nada como disponer de estos platos a cualquier hora para recordar la costumbre de las casas de comida como la que la Quera quiere rememorar, que a principios de S. XX servían comida y guisos calientes a todas horas a los obreros hambrientos de la ciudad.
Finalmente, vinos o cava catalán para coronar el almuerzo. En 2016 la librería Quera celebraba su centenario con una exposición. Tres años después, el negocio se reinventaba para sobrevivir en el nuevo mundo, tan distinto al que existía cuando abrió. La solución pasó por buscar en el origen de la librería. El origen físico, con una cocina y un comedor que no se han movido de sitio en cien años, y que solo han cambiado de comensales. Y el origen conceptual, yendo a buscar en la comida lo mismo que en el excursionismo: un rasgo definitorio de la cultura catalana.
Después de más de 100 años, la ascensión de esta librería por la historia de Barcelona continúa. Escondida en una calle pequeña llena de gente que busca chocolaterías, un pequeño escondite de cultura local pasa desapercibido, demostrando que en el Gótico todavía quedan secretos por descubrir que a veces son tan grandes como una montaña.