
Octubre nos trae la oscuridad. Las temperaturas bajan poco a poco. La cerveza se convierte en vino, el melón y la sandía en castañas y panellets, el armario y el edredón se inflan. La noche de los muertos se acerca.
La fiesta del más allá que mejor ha sabido tomar posiciones ha sido Halloween y, probablemente, sea porque el terror es un género que, para muchas personas, sirve como la mejor vía de escape para soltar adrenalina.
La semana pasada os preguntamos en nuestras stories de Instagram por lugares de Barcelona que os parecieran de terror y gracias a vuestras respuestas, hemos construido este artículo. Esto significa que, si a alguien que acude a algunos de estos lugares le da un siroco, la culpa no habrá sido nuestra.
Dicho esto, aquí os dejamos 7 lugares de Barcelona que son verdaderamente terroríficos.
Los pasadizos subterráneos del Hospital de Sant Pau
Domènech i Montaner los construyó para facilitar la logística de la clínica, pero hoy son un lugar frío y solitario del subsuelo de Barcelona que nos pone los pelos de punta. Y el hospital donde falleció Gaudí, tras ser atropellado por el tranvía, en 1926.
Desde su construcción, durante la pandemia de la peste hace más de 600 años, este Hospital pasó de ser una casa benéfica de la Edad Media a convertirse en el recinto modernista que sigue siendo hoy.
Resulta imposible imaginar la cantidad de personas de tantas épocas distintas que ha pasado por estos túneles y han vivido un terror que todavía traspasa las frías paredes de azulejos que lo envuelven.
La leyenda de una calle maldita del Raval
Nació en 1868 y se llamaba Enriqueta Martí, pero fue bautizada como La Vampira del Raval, la protagonista de una de las leyendas negras más crueles de la historia de Barcelona. Con la desaparición de una niña de cinco años, Teresita Guitard, en 1912, su nombre comenzó a aparecer en todos los periódicos, hasta que se descubrió que detrás de aquel rostro se encontraba una serie de macabros asesinatos infantiles.
La secuestradora, proxeneta y asesina en serie de niños, parecía fabricar con sus cuerpos, ungüentos que vendía a las clases más altas de Barcelona.
El piso de Enriqueta estaba en el entresuelo primera del 29 de la calle de Ponent del barrio del Raval, donde una vecina creyó ver a la pequeña niña desaparecida con la cabeza rapada.
Cementerio de Montjuïc
El recinto funerario de Montjuïc, también conocido como «cementerio del sudoeste» se inauguró en el año 83 y contó con la novedad de incorporar muertos no católicos, como protestantes o judíos. Es un jardín de tipo inglés donde el ciprés, el árbol de la muerte, se convierte en protagonista y redentor del inabarcable silencio que se eleva por uno de los costados de Barcelona.
En esta pared de la montaña de Montjuïc, los nichos se suceden como enormes hileras de naipes esparcidas, miles y miles de ventanitas que dan al más allá. Un lugar que puede convertir hacer el paseo de la mañana algo romántico, pero que en la noche sobrecoge a cualquier alma viva.
Plaça Sant Felip Neri
Esta plaza, que acoge a la iglesia del mismo nombre, se encuentra en el barrio Gótico de Barcelona y se erige sobre el antiguo cementerio medieval de Montjuic del Obispo. Cementerio que quedó destruido durante la Guerra Civil Española.
Y es ahí donde reside el terror que quedó marcado para siempre entre estas cuatro esquinas, pues sobre los muros de la iglesia aun quedan las brutales marcas de la metralla de una bomba que lanzó el bando sublevado el 30 de enero de 1938. Aún puede contemplarse, no sin que se erice la piel, aquel golpe que dejó 42 víctimas mortales, de entre las que la mayoría fueron niños.
Cementerio de Poble Nou
Situado en el barrio del mismo nombre, también se conoce como Cementerio General de Barcelona. También Cementerio de Levante, Cementerio del Este o Cementerio Viejo. Está situado en la calle Taulat, cerca de la playa de la Mar Bella.
Se construyó para solucionar los problemas que las fosas parroquiales que había dentro de la cuidad amurallada ocasionaban a los habitantes, que vivían amontonados en condiciones de insalubridad.
El cementerio fue destruido por las tropas napoleónicas en 1813 y se volvió a construir unos años después. El cementerio sufrió numerosas modificaciones y hoy contiene centenares de almas acumuladas entre su piedras, como aquellas que llegaron masivamente con la enfermedad en un barco, en 1821, cuando la cólera aplastó la ciudad.
Museo de Cera
Fue construido en 1867. Presenta 28 escenarios diferentes y 150 figuras en total. Se encuentra en pasaje de la Banca, un callejón estrecho y escondido que baja de la Rambla.
Si ya la opulencia, las maneras y el descaro de los famosos y de las dinastías nos da miedo, imaginar que son de cera no hace otra cosa que echar para atrás. Es como que todo se vuelve muy turbio. Ir al museo de cera es como verte rodeada de muertos, tiesos como muertos, pero sonrientes.
Quien creó el museo debía de saberlo y por eso hizo una sala del terror, donde no sólo encontramos personajes de traje elegante como el Conde Drácula, sino también escenas de tortura que se potencian al verse envueltas en sonidos e iluminaciones terroríficas.
La noche en el camino hacia los Bunkers del Carmel
A menudo se elige y recomienda como el mejor mirador de Barcelona —de hecho, llegaron a cerrarse durante la pandemia por la cantidad de personas que allí llegaba a concentrarse escapando de la soledad de la ciudad.
Sin embargo, no se puede negar que se trata de un lugar apartado en lo más alto de Barcelona, al que se accede a través de la naturaleza. Una naturaleza que, cuando la luz se ha ido, puede convertirse en un pasaje hostil al que nuestra imaginación traicione enseguida.