
Pocos espacios como La Carbonera para definir la transformación de Barcelona. De inaugurar al Eixample a erigirse en icono del movimiento okupa. De sentar las bases del barrio de Sant Antoni y ser el núcleo del movimiento alternativo de un barrio popular a convertirse en una promoción de pisos de lujo de un barrio gentrificado.
Quizás su nombre no te suene de entrada, pero si te hablamos del gran graffiti que coronó su pared, un enorme globo aeroestático que cubría la fachada entera y que se convirtió en un fotografiadísimo símbolo del arte urbano, igual la casa empieza a sonarte más.
La historia de La Carbonera es la historia de muchas partes de Barcelona, y el premio que acaba de ganar así lo confirma. El edificio, que ahora es un bloque de pisos de alto standing, ha sido seleccionado como uno de los 16 mejores proyectos de la categoría “Patrimonio Construido” del Premio Europeo Architectural Heritage Intervention (AHI) por su interés patrimonial de gran belleza arquitectónica y valor histórico. El premio culmina su transformación y señala el cambio de mirada.
De casa de obreros a mansión de lujo
El nombre de la Carbonera ya indica cuál es el origen de la casa. Construida en 1864 en la confluencia de las calles Floridablanca y Comte d’Urgell, la finca está considerada la más antigua del Eixample, el primer edificio construido en la trama Cerdà.
La Carbonera, conocida también como la Casa Tarragó, albergó una fábrica de carbón hasta los años cincuenta, y el edificio quedó de incógnito, con todo tipo de locales sin memoria especial en sus bajos. Hasta 2008. Fue entonces cuando el edificio histórico fue okupado, y se convirtió poco a poco no solo en una de las casas okupas más grandes de la ciudad, sino también en todo un icono para el movimiento.
Mientras estuvo okupada, la Carbonera funcionó como un centro okupa autogestionado donde se montó una biblioteca, numerosos talleres, y donde si dibujó el icónico mural. En 2014 la casa de desocupó, con cargas de los Mossos d’Esquadra, dos detenidos, contenedores quemados y hasta grúas que tuvieron que desalojar a dos habitantes de la casa que se habían colgado de la fachada. Y así, el icono, la casa mural, se vació para quedar de nuevo abandonada.
La llegada del lujo
En 2016, el Ayuntamiento decidió cambiar la normativa para proteger el edificio, y darle el nivel C de protección que prohíbe construir remontas, obliga a mantener la volumetría original e impide que se derribe o transforme irreversiblemente su fachada. Entonces se abrió el debate si esta muestra de arte urbano merecía ser conservada. Y solo un año después un grupo inversor francés se hizo con la propiedad de la finca para proyectar los pisos que ahora han ganado el premio. Unos pisos que salen a la venta por precios que van de los 460.000 euros y 740.000 euros.
Como si fuera un reflejo del barrio en el que vive, desde el 2008 hasta la actualidad, Sant Antoni ha pasado de ser un barrio barcelonés más a vivir, a partir de la remodelación de su mercado, un proceso de gentrificación que lo ha convertido en uno de los barrios de moda de la ciudad. La Carbonera, por el camino, ha pasado de ser un edificio abandonado a un icono de la okupación y, finalmente, un edificio de pisos de lujo con premios de diseño. El icónico mural, por supuesto, ha desaparecido para siempre.