Podríamos decir que en Barcelona se le da importancia a la gastronomía. Hay una amplia oferta de bares y restaurantes que nos ofrecen una gran variedad de platos, costumbres y culturas. Incluso hay algún que otro espacio que va más allá de la mera gastronomía y la fusiona con ámbitos como la literatura. Lugares donde puedes disfrutar de una buena copa de vino mientras echas un vistazo a uno de los libros que hay en las estanterías.
Bajo una lógica similar, aunque aún más sofisticada, nace el espacio Milhojas. Una librería y espacio gastronómico que abría sus puertas el día de Sant Jordi y que promete ser un punto de encuentro entre amantes de la cocina.
El proyecto surge de la mano de los fundadores de Montagud, una editorial especializada en alta gastronomía. Su lema es claro: “Contamos historias que serán historia de la gastronomía”. Una especie de Santo Grial sobre chefs, pasteleros, panaderos y las personas más influyentes del ámbito culinario.
Ubicada inicialmente en la calle Saragossa, la editorial se ha mudado a este nuevo espacio que está situado en pleno Enric Granados y que está dividido en 3 zonas: tienda, editorial y espacio para eventos.
Sobre la tienda, está clasificada por temáticas, lo cual se agradece si uno no se dedica a la gastronomía. Panadería, pastelería, bebidas, grandes éxitos, cocina en casa, del mundo, literatura, healthy, cocina de autor e infantil son sus categorías. También cuenta con una pequeña sección dedicada a productos exclusivos diseñados por reconocidos chefs.
La futura novedad es el espacio para eventos, que prevén abrir a finales de junio. Sin embargo, ya tiene nombre: Cocíname. Una isla de cocina y algunas mesas alrededor serán el escenario de todo tipo de actos abiertos al público: presentaciones y firmas de libros, charlas, cenas privadas o de empresa…
Podemos decir que de entrada parece que la tienda ha dado aún más vidilla al barrio, y que siempre nos gusta hablar de iniciativas así, que buscan conectar la gastronomía con nuestro día a día para que cualquiera pueda acercarse a ella. Si algo nos queda claro es que no hace falta ser un experto para poder sentir interés por cómo comemos o qué historia hay detrás de cada plato.