Los chiringuitos se reducirán en un 25%, las hamacas en un 50% y las sombrillas en un 75%.
Quizás como respuesta a la pérdida de banderas azules, seguro con la intención de reivindicar la playa como espacio natural (no sólo como espacio de ocio) y de reducir el impacto de la masificación turística, el Comisionado de ecología ha adoptado una serie de medidas que responden a una necesidad real.
Tan real como la concepción que el autóctono tiene de la playa local: raro es el barcelonés que tiene buenas palabras para alguna de sus playas en temporada alta.
Por ello, el ayuntamiento ha tomado una serie de decisiones que se enmarcan, como decimos, en un contexto de resignificación de la costa urbana. Por un lado, la presencia de chiringuitos: se reducirá en un 25% la presencia de estos (pasamos de 20 a 15). Por otro, la de sombrillas: el cambio es más drástico. Se pasa de 2.300 a 575. Y en esta reducción de elementos casi integramente dedicados al turista, también se quitarán hamacas o tumbonas: de 2.300 a 1.150.
Para tranquilidad de quienes se puedan preocupar por la pérdida de puestos de trabajo, hemos de decir que el Ayuntamiento implantará un servicio de limpieza diario entre el 1 de junio y el 30 de septiembre.
En este contexto de resignificación también se quintuplicará el número de papeleras, se obligará a los chiringuitos a poner a disposición del cliente vasos reutilizables, se protegerá a los cormoranes moñudos de la playa del Bogatell y (de esto ya hablamos un día) se mantendrá el espacio para perros.
Parece que algo está cambiando en las playas de Barcelona.