Entrar a un restaurante a mediodía, comerse unos buñuelos de espinaca, pagar, caminar cincuenta metros y comprarse esas mismas espinacas para llevárselas a casa y cocinarlas otra vez para cenar. Ese es el plan que propone Casa Amàlia 1950, el primer restaurante que te informa en su carta de la parada del mercado vecino donde ha comprado cada uno de los productos que aparece en esa carta. En una época donde la sostenibilidad está de moda en la gastronomía y donde buscamos saber cada vez más detalles del viaje que hace un producto desde su origen hasta nuestro plato, Casa Amàlia lleva la trazabilidad al límite.
«La recepción de la iniciativa ha sido brutal, muy buena», explica Jordi Castany, uno de los dos socios del restaurante. «Queríamos generar sinergias entre nuestros proveedores y nosotros, aprovechar la proximidad del mercado». La idea, además, se vio reforzada con las restricciones pandémicas sobre el uso de la carta, y con la consciencia del gasto de papel que supone su uso en un restaurante con el foco en la sostenibilidad, recibiendo así el impulso definitivo.
Una carta digital para un mercado analógico
Casa Amàlia está en el Passatge del Mercat. Para llegar del restaurante al mercado solo hay que caminar cinco metros. Tenía sentido, entonces, que la carta del restaurante refleje esta cercanía. «Gracias a una carta web desarrollada por Ártika Web podemos mostrar dónde compramos lo que estás comiendo», explican desde el restaurante. Así, cada plato tiene un botón al lado que, al clicarlo, muestra la parada del mercado adyacente donde han sido adquiridos los productos que lo componen.
Uno de los platos que más éxito tiene son los Canelons de la Iaia Pepi, preparados con tres carnes distintas. Al lado de su descripción están las tres paradas (Carnisseria Cinta, Fina-Coloma i Xarcuteria Filo) a donde dirigirse justo después de acabado el plato a comprar alguna de las tres. Con la paella marinera Catavents pasa lo mismo: las verduras de la Verduleria Molins y las cigalas de Cut Fish esperan a apenas cinco metros de la puerta del restaurante a los clientes que hayan quedado con ganas de más.
Jordi Castany explica que «la sinergia se produce en las dos direcciones: hay gente del restaurante que va al mercado a buscar productos que han probado aquí, y gente que viene del mercado buscando probar platos preparados con ingredientes que hayan comprado antes».
La iniciativa, inimaginable antes de la pandemia, ha reflotado un restaurante que quiso abrir, como tantos, justo cuando todo el mundo tuvo que cerrar. Después de comprarlo a sus antiguos propietarios en 2019, Casa Amàlia iba a reabrir en 2020, cuando todo empezó. A fuerza de adaptarse a la pandemia acabaron teniendo una idea que funciona. Si mucho se ha hablado de conectar el plato con el campo, este restaurante conecta, como nunca antes, el plato con el mercado.