Comer en un restaurante y sentir como el sueño nos invade y nos pide una siesta inmediata es un sentimiento reconocible. Por desgracia, dormirse encima del plato (o debajo de la mesa) aún está mal visto.
Pero por suerte, también, en Barcelona nacen locales que vienen a echarnos una mano con este tema, y a reunir en un restaurante dos de los grandes conceptos de este mundo: una buena comida, y una buena siesta.
Lobster Roll Barcelona (Calle Muntaner, 22), es un restaurante especializado en bocadillos de gamba (o langosta, vaya), que permite, después de comer, tirarse cuál gamba en la playa a echar una buena siesta. Por los apenas entre 8 y 12 euros que cuesta este icónico bocadillo estadounidense aquí puedes, también, soñar que viajas hasta el continente americano.
Situado en el mismo local donde antes estaba Napuccino, el primer café donde hacer la siesta de la ciudad, el actual restaurante ha cambiado de propietarios, pero mantiene una minifranquicia de la propuesta anterior: las Napuccino Corner, cabinas -«zonas de descanso»- instalables en cualquier restaurante donde los clientes pueden estirarse después de comer.
El funcionamiento es simple. Consumiendo un Lobster Roll, el cliente tiene derecho a una hora de siesta en la cabina. Si hay sitio (se coge turno por orden de llegada), solo tiene que entrar, estirarse, bajar la persiana y regular la luz, y echarse una cabezadita. Eso sí, aviso para los que vengan buscando picante, las cabinas son individuales.