«Al principio la gente se enfadaba». También «pensaban que no les queríamos servir a ellos». Y otras opciones. Enriqueta Moyano, presidenta del Grupo de Ayuda Mutua de Alcohólicos Rehabilitados (GAMAR), explica las reacciones que los clientes de su chiringuito han ido teniendo hasta acostumbrarse a encontrar en pleno litoral barcelonés un local que no vende alcohol.
Porque Spai sense alcohol es eso, un lugar atípico y demasiado desconocido para tener 21 años de vida. El chiringuito, en el Parc de la Barceloneta, está tan libre de alcohol como sus socios fundadores, un grupo de personas que, después de sostener un tratamiento de rehabiltación por alcoholismo, decidieron no sólo mantener el vínculo personal que las había unido durante el tratamiento, sino también crear un proyecto que sirviera de complemento a este tratamiento.
Así nació este chiringuito, que vende «lo mismo que cualquiera, pero sin alcohol». Al estar al lado del Hospital Clínic, el centro donde los socios de GAMAR realizaron el tratamiento, muchos de los clientes de la mañana son trabajadores, familiares o pacientes del mismo hospital, que ya conocen la oferta y la agradecen.
Por la tarde, paseantes o familias que dejan a sus hijes corriendo por el parque y que pueden tomar el buen café que sirven, y al que prestan especial atención para cuidar su oferta sin cervezas. En ocasiones señaladas, fiestas privadas donde Spai Sense Alcohol prepara sangrías y cócteles abstemios.
El círculo se cierra con los trabajadores. El chiringuito tiene un acuerdo de reinserción socio-laboral con personas que cumplen medidas penales alternativas, convirtiendo este chiringuito, tan de barrio, tan sencillo, en un ejemplo de que en pleno litoral barcelonés aún queda espacio para locales que no solo piensan en el turismo, sino también en mejorar la vida de los barceloneses.