Son varias las torres que uno encuentra en Google Maps si prueba con la búsqueda «torre de les aigües». Estas torres se antojan hoy extrañas, fuera de contexto, pero hace no tanto tiempo eran las encargadas de garantizar el servicio de agua potable. Quizá la más pintoresca sea la ubicada en el Parque de la Barceloneta, a unos pocos metros del mar; otra, en Poblenou, es la Torre de les Aigües del Besòs.
Pero la que hoy nos ocupa llama especialmente la atención por su ubicación y por el desconocido jardín en que se enmarca. Apenas tres manzanas por encima de Urquinaona y señalizado por un cartel verde del Ayuntamiento, se abre un callejón que desemboca en el interior de esta manzana que solo el sol del verano nos deja apreciar como es debido. Posiblemente lo que Cerdà hubiera querido. Se trata de los Jardines de la Torre de les Aigües (Carrer de Roger de Llúria, 52).
Ildefons Cerdà, responsable de lo que hoy conocemos como l’Eixample, quiso que los interiores de las manzanas que su plan contemplaba se destinaran a equipamientos públicos, pero los grandes propietarios de entonces acabaron por privatizar unos espacios que no habían sido concebidos con ese fin en la Teoría general de la urbanización del arquitecto.
Este espacio, ubicado en el carrer Roger de Llúria, fue el primero de estos espacios que el Ayuntamiento consiguió recuperar para la ciudadanía. Lo hizo en 1987. Allí, durante alrededor de treinta veranos, se instaló la que se conoció como playa de l’Eixample, que finalmente fue clausurada por problemas de ruido.
Pervive sin embargo este jardín, con bancos y árboles, que ofrece el descanso y la paz que la ciudad arrebata.