En la Barcelona de hoy, donde los alquileres están disparados, vivir en la ciudad parece cada vez más imposible e inasumible. ¿Tendrá el problema del alquiler alguna solución, o tendremos que irnos todxs a vivir fuera de la ciudad? La historia se repite, y no es la primera vez que Barcelona pasa por esta situación. A principios del siglo XX los barcelonese también sufrían unos precios abusivos que les impedían una vida tranquila y decidieron cortar por lo sano, poniéndose en huelga para no pagar unos alquileres que no les correspondían.
En 1929 Barcelona vivía su gran momento de gloria. La segunda Exposición Universal ponía definitivamente en el mapa internacional a la ciudad, permitiéndole mostrar a sus visitantes las grandes obras de reforma realizadas en el recinto de la expo en Plaza España y Montjuic, la construcción del primer metro, el progreso del Eixample y las maravillas del Modernismo.
Pero este progreso tenía un trasfondo oscuro. El decorado de la expo se construyó con miles de manos de personas migrantes que habían venido (en su mayoría del campo andaluz) a ejercer de mano de obra para el evento. En apenas 20 años, la ciudad dobló su población, y la vivienda, escasa, empezó a disparar su precio por la alta demanda.
A esto se le sumó que, tras la burbuja de la expo, el paro y al hambre se dispararon, dejando a los obrero en una situación inasumible. Después de la Primera Guerra Mundial, Europa había lanzado un plan para la vivienda social que la burguesía barcelonesa se encargó de rechazar. Con todos estos elementos se fraguó una tormenta perfecta que en 1931, dos años después de la Expo, provocaba una huelga de alquileres en la ciudad.
El año en que los barceloneses dejaron de pagar
La historia la ha recuperado ahora el cómic Rebel·lió, La Vaga dels Lloguers del 1931 (Francisco Sánchez/Anapurna, Barcelona Llibres), que explica como en 1931 con la crisis disparada, el sindicato de la construcción de la CNT, situado en el número 26 de la calle Mercaders, impulsó una huelga de alquileres que fue duramente reprimida por el Gobierno de la República.
La huelga surgió después de que la Cambra de la Propietat i l’Ajuntament ignorara las manifestaciones que se repetían por los barrios pidiendo una reducción en los precios del alquiler. Los huelguistas pedían una reducción del 40% de los alquileres, y hasta la suspensión de los mismos para quien estuviera sin ingresos.
La huelga tuvo especial incidencia en los barrios de vivienda precaria construidos a toda prisa para acoger a esas olas migratorias, las llamadas «casas baratas» como las de Can Peguera o el Bon Pastor. Aquí, los vecinos organizaban redes de resistencia y se oponían a los desahucios, subiendo los muebles que la policía dejaba en la calle y creando cajas económicas de ayuda a los desahuciados.
Final sangriento de la huelga
La Cambra de Propietat apeló al Gobierno Central, que en agosto del 1931 envió a la Guardia de Asalto a la ciudad. A partir de ahí, los muebles no se bajaban, sino que se tiraban por la ventana, y las manifestantes, que ponián a mujeres embarazadas delante para evitar la violencia, vieron como la guardia de asalto Madrid cargaba igual, llegando a matar a seis huelguistas en los enfrentamientos.
La represión acabó poniendo fin a la huelga. Se encarceló al completo al Comité de Defensa Econòmica de la CNT que había iniciado las protestas y la Cambra dio por ganado su conflicto. No obstante, el Comité calculó que en el período que duró la huelga se habían ahorrado unos 50 millones de pesetas en alquileres.
Las protestas por los alquileres abusivos se mantuvieron a lo largo de los años, pero 1931 fue el último en que los barceloneses se plantaron de frente ante los abusos de la vivienda.