Barcelona sigue su camino hacia la Barcelona del futuro, un futuro que pasa indudablemente por ser verde, esto es, menos coches y más zonas peatonales en una ciudad en la que, como recordó la alcaldesa Ada Colau, el coche «representa el 20% de los desplazamientos y ocupa el 60% del espacio público».
Y el plan estrella del Ayuntamiento para conseguirlo se llama Superilla Barcelona. Este ambicioso proyecto consiste en dibujar sobre el plano de la ciudad un eje verde. Para ello, una de cada tres calles del Eixample se cerrarán al tráfico, creando 21 plazas de 2.000 metros cuadrados en los cruces, aunque durante el actual mandato solo se acometerán cuatro calles y cuatro plazas, incluidas en el recién asignado concurso público en el que se ha declarado varios proyectos ganadores.
En resumen, cuatro grandes calles de l’Eixample dejarán de tener coches (a excepción de si son solo circularán si son de vecinos, servicios o mercancías) y asfalto (será sustituido por pavimento) para transformarse en zonas verdes, peatonales y libres de humos. Las calles en cuestión son Consell de Cent, Rocafort, Borrell y Girona.
El proyecto pasa por incorporar al plan Cerdà una visión más ecológica, esto es, sin tráfico. “El objetivo de Superilla Barcelona es que por el distrito del Eixample dejen de pasar cada día 300.000 vehículos […] El plan consiste en dar el salto de las supermanzanas concretas, como la del Poblenou o Sant Antoni, y exportarlas a escala de ciudad, para reducir la contaminación y el ruido en una ciudad que vive una emergencia climática”, explicó la teniente de alcalde de Urbanismo, Ecología y Movilidad, Janet Sanz.
Consecuencias para la salud
Según un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) publicado en ‘Environment International’, la construcción de las 503 superilles que el Ayuntamiento plantea supondría evitar un total de 667 muertes prematuras al año gracias a la disminución de los niveles de contaminación atmosférica (NO2), a la reducción del ruido del tráfico y a la mitigación de los efectos de la isla de calor.
La responsable del estudio, Natalie Mueller, contaba a El Periódico que «las ‘superilles’ suponen la recuperación del espacio público para la ciudadanía, la creación de más zonas verdes y un mayor uso del transporte público […] Hay que tener en cuenta que los datos que presentamos son solo estimaciones y que la metodología empleada cuenta con limitaciones, por lo que los resultados deben ser tomados con cautela. Más allá de las cifras concretas, lo que este estudio demuestra es que las intervenciones de planificación urbana y del transporte, como las supermanzanas, tienen implicaciones importantes para la salud pública«.
«Este modelo urbanístico, que pone al ciudadano en el centro, ya existe en otras ciudades. Es el equivalente, por ejemplo, a Madrid Central. Son una intervención en la salud pública, algo que todavía no tiene la consideración que debería», recalcaba Mueller.
Pavimentos drenantes, más árboles y zonas verdes, nuevos espacios de encuentro, de estancia y de juego. Así será la Barcelona del futuro.