No por mucho repetirlo la verdad es más pequeña: Barcelona tiene un problema con su tradición. Y aunque últimamente la tendencia viene queriendo saldar esta deuda, buscando servir en Barcelona platos barceloneses buenos que hagan frente a los hummus y a los guacamoles omnipresentes y malos, todavía hay campos sencillos donde la ciudad no se reconoce.
El del bikini es de los más dolorosos. El bocata más sencillo paga el precio de su simplicidad. Como riéndose de él pensando que no se da cuenta, los bares de Barcelona lo maltratan, usando, en un sandwich que sólo es pan, jamón y queso, pan malo, jamón malo y queso malo, y vendiéndolo caro como si cada uno de esos sucedáneos cotizara a precio de oro.
No olvidar que, frente al mixto madrileño, el bikini barcelonés fue nombrado así por la famosa sala de fiestas, donde se servía una versión sencilla del croque monsieur francés.
Así que el único bocadillo que tiene un nombre propio salido de la propia Barcelona no tenía quien le escribiera bien, y tuvo que ser un economista, un historiador, ni un cocinero, quién salvara al bocadillo más barcelonés de la propia Barcelona.
El local que solo vende bikinis
Joan Gurguí vio con su mentalidad numérica este error del algoritmo de la ciudad. Más determinado que enfadado decidió, hace 5 años, ponerle solución y abrir un sitio que fuera un doble refugio: un lugar seguro para el bikini y así, un lugar seguro para lxs barcelonesxs que buscaran superar el tranchete.
Después de diez años como economista y unos estudios de cocina la suma resultó simple: abrió un puesto en el mercado del Ninot, donde poco malo podía pasar («en un espacio así el riesgo y la inversión inicial son muy pequeños») y en apenas dos semanas tenía montado su primer refugio.
Y de ahí a ahora, donde ya son tres locales que, como dicen, dan la bienvenida a l@s bikiner@s del mundo, que encuentran un bikini, lo dice Gurguí, de verdad. Donde los malos ponen bimbo, aquí va un ‘tramezzino’ de Semenzato, de la casa Negrini, sin corteza. Donde el jamón sintético, prosciutto y donde el tranchete radiactivo un emmental francés. Cuatro euros ahora sí, bien invertidos.
Un pollo a l’ast… en bikini
Abrir un camino siempre es más difícil que seguirlo. En una carta donde el buen bikini clásico se consolida era obvio que iban a llegar otras propuestas ricas entre panes de molde. Gurguí dice que cualquier cosa puede ser un bikini pero, mirando a su carta -y a nuestro imaginario-, un bikini consiste sobre todo, aparte del pan, en una proteína fácil de masticar y un queso que funda con soltura.
Son sexys los de pastrami o mortadela, pero se corona el de pollo a l’ast, que conecta dos tradiciones gastronómicas barcelonesas. Pollo a l’ast de verdad, queso gouda y ojo, un alioli de manzana. Porque Guirguí, que viste camisa de cocinero pero habla como un economista, no deja nada sin pensar.
Sus bikinis ya están en tres locales, y pronto, dice, abrirá otro. Cuatro refugios con planchas impecables que lanzarán el aroma a mantequilla y pan tostado a la calle, anunciando, como una chimenea en un refugio de montaña, que el caminante barcelonés tiene aquí un lugar seguro donde encontrar la esencia gastronómica de la ciudad.
📍 C/ Muntaner 568 – El Corte Inglés d’Avda Diagonal – Mercat del Ninot
💸 Bikini clàssic – 4€; Bikini de pollastre a l’ast – 6€.