La calle Jonqueres fue siempre una calle a evitar, el patio trasero, feo y de tráfico irrespirable de una Via Laietana ya de por sí poco amable para los peatones. Su recorrido de apenas 15o metros era como el desvío de una carretera, un atajo que los coches en subida de Laietana usaban para subir a todo trapo convirtiendo aquel tramo en una olla de ruido y contaminación que había dejado los edificios literalmente negros.
Pero ahora la reforma de la Via Laietana ha convertido a este callejón en un eje verde inesperado, que conecta ahora de forma amable la plaza Urquinaona con el Palau de la Música. Lo que era una calle de diez metros con dos aceras raquíticas y tráfico volado es ahora un paseo peatonal con coches limitados `por el que, de golpe, dan ganas de pasear.
A esta vía se iba poco. Ayer acudían a ella visitantes de tiendas centenarias como el Rey de la Magia y la Casa de las Mantas, desaparecidas ya hace mucho tiempo, o de la Casa de las Lámparas, otro icono que sí sigue en pie. La estrechez habitual de la calle contrastaba con su vitalidad comercial, más viva del lado Besós que del Llobregat, ocupada casi toda por el lateral del antiguo edificio señorial de La Caixa que preside aún Laietana.
Todo esto, lo bueno y lo malo, ya es historia. La calle que se evitaba es ahora en una calle a la que ir y a sus aceras verdes y peatonales irán a pasear mañana los barceloneses del futuro, pensando quizás en las tiendas históricas desaparecidas, pero también en los coches ruidosos que ya no están, y pensando que a veces, no siempre, lo bueno no siempre es peor que lo que queda atrás.