No es lo mismo comer que degustar, y a los postres siempre llegamos cansados. Comemos para satisfacer el hambre y degustamos para alimentar el alma, pero los postres de una comida llegan cuando tanto el uno como la otra ya han sido satisfechas, y la cabeza nos pide, como quien mira una serie mala al final del día para no tener que pensar, tragar ese dulce para deslizarnos con calma hacia el cierre de la comida.
El dulce suele ser final o capricho, pocas veces protagonista central. Jon Cake, que prepara postres dulces pero se ha criado en cocinas de platos salados, lo sabe, y quizás por eso ha abierto Jon Cake & Wines (C/ Gelabert, 42), el primer lugar de Barcelona donde se pueden maridar tartas de queso y vinos. El postre se convierte así en el personaje principal, y se acompaña, por tanto, del vino, el escudero habitual de los grandes platos salados.
Un wine bar con tartas de queso, o al revés
En Jon Cake & Wine todos los elementos del nombre piden el papel de primera bailarina. El protagonismo de las tartas es obvio, conociendo el éxito de un obrador que fabrica actualmente cerca de mil pasteles semanales.
Pero la intención de Jon con su segundo local es crear un wine bar de referencia en la ciudad, que funcione no solo como escaparate para sus pasteles, sino como lugar de de encuentro para los amantes del vino de la ciudad. Unos pasteles que tienen 74 mil seguidores en Instagram y colas diarias ante la puerta no necesitan más publicidad, sino abrir nuevos caminos que exploren sus posibilidades gastronómicas.
Por ello, la carta de vinos de Jon Cake & Wine, con 65 referencias, 30 de ellas a copas y hasta una docena de vinos de jerez, ha sido diseñada por Partners in Wine, una consultora de vinos formada por Lucía Viz y Rubén Pol, ex-sumiller de Disfrutar, el tercer mejor restaurante del mundo.
De ahí surge una carta que se explica sola. Sola porque los 5 pasteles que Jon siempre tiene a la venta no necesitan más introducción que los quesos variables que las protagonizan. Ahora mismo está la clásica(con mascarpone, parmesano, Grana Padano y gorgonzola), la de manchego, la de queso ahumado (el San Simón que sustituye al Idiazábal), la de queso azul (Valdeón en lugar de Cabrales) y la de chocolate (que sí, también es de queso).
Pero la carta también se explica sola porque, aunque los vinos seleccionados están pensados para maridarse con las tartas, el menú de bebidas incluye explicaciones detalladas de cada vino para que cada cliente escoja solo, porque los que saben pueden señalarnos el camino con el dedo, pero nuestra es la tarea de recorrerlo y descubrir sus bifurcaciones.
Catas guiadas y un local de postres
Pero para los quieran recorrer ese camino acompañados, Jon Cake & Wines planea organizar catas-maridaje donde dar a conocer las posibilidades que el encuentro entre el vino y las tartas de queso abre en la degustación de uno y otro. En el evento organizado para su inauguración se demostró, aparejando pasteles con vinos de forma que los segundos expandieran las virtudes de los primeros como en cualquier maridaje virtuoso.
Además de los 5 pasteles y los 65 vinos, la carta también ofrece otras bebidas selectas. Café de especialidad de Tornao Coffe Roasters, cerveza artesanal de Brebel, destilados locos (¡remolacha y tirabeque!) de la Destilateca, refrescos artesanales de Caravelle y kombuchas de LOV Ferments.
La intención es que, aparte de un wine bar, el local se convierta en un lugar donde ir a tomar desayunar o a tomar el postre después de un almuerzo. Como en una orquesta bien afinada, los artistas secundarios están bien cuidados para ayudar a explorar los caminos que los protagonistas, tan claros, ya habían señalado.
Y ahora, a recorrer. Les Corts (y por tanto, Barcelona) ya tienen su wine-bar, su cafetería, su obrador de tartas de queso y su salón de catas y maridajes. Jon Cake ya tiene su segunda casa. Y cualquier persona que disfrute comiendo y bebiendo ya tiene una posibilidad (otra más), de expandir los sabores que hasta ahora conocía y deseaba y de aprender que en la comida, ya sea primero, segundo o posrte, uno siempre puede descansar, pero también tiene siempre la opción de pensar.