
Ah, las Fiestas de la Mercè. Festividad dos veces buena: la concentración de planes -más de quinientas actividades- en apenas tres días es total y absoluta.
Sería necesario el don de la ubicuidad para disfrutarla sin FOMO. Para que eso no pase, te hemos preparado un artículo de seis cosas que debes saber sí o sí y otro sobre los conciertos que habrá esos días.
Pero sabemos que no es suficiente. ¿Por qué? Porque consideramos que preocuparse por la historia y por los motivos que hay detrás de cada celebración es una obligación. (Por eso te contamos las razones por las que se celebran las Fiestas de Gràcia).
En este tipo de exploraciones históricas suele haber dos lugares comunes -seguro que más-. Uno, que cuando la leyenda y la historia se juntan tantísimo, existe el riesgo de que se desvirtúen ambos. Otro, el carácter religioso.
Se sabe (y si no se sabe, ahí va la información) que Barcelona tiene dos patronas. Y, consecuentemente o no, dos fiestas patronales. Unas, las de Santa Eulàlia, en febrero. Otras, las de la Mercè, en septiembre. Pero no siempre ha sido así.
En un repaso histórico vertiginoso, el resumen podría ser el siguiente. Eulalia fue una niña que vivió en lo que hoy es Sarrià a finales del siglo III. Su drama fue ser (¿valientemente?) torturada y finalmente crucificada por las tropas romanas que perseguían el cristianismo. En 633 fue canonizada y convertida en patrona de la ciudad.
Santa Eulàlia siguió velando por Barcelona hasta 1218, cuando la Virgen de la Mercè se apareció (¡simultáneamente!) en los sueños de Jaume I, Ramon Penyafort y San Pedro Nolasco. En dichos sueños les pedía que fundaran la orden de los Mercedarios -no confundir con mercenarios-. Una orden que se dedicaría a rescatar a los cristianos rehenes en tierras sarracenas.
Habiendo presentado ambas sus credenciales a patronas, la Mercè adelantó por la derecha a Santa Eulàlia en un gesto que aún se recordaría si no fuera porque todos los humanos del siglo XVII están muertos. El tema: los ciudadanos se encomendaron a la Mercè durante una plaga de langostas y ésta cesó. Como por arte de magia o como por obra divina. Cesó.
En agradecimiento a tamaño acto, el Consell de Cent -espoleado por la opinión popular- pidió permiso al Vaticano para darle el patronato. Y como se sabe que las cosas del palacio van despacio, dicha distinción no fue otorgada hasta doscientos años más tarde.
Dando pie, ahora sí, a un copatronato.
La historia, sin embargo, no acaba aquí. O bueno, sí que podría darse por finalizada. Pero no habríamos respondido a la pregunta del titular. ¿Por qué se celebra la festividad de la Mercè? Pues porque la alcaldía de 1902 -bastante conservadora- quiso dar fuerza y valor a las tradiciones locales.
El motivo de la elección de la fecha atiende al momento de la aparición onírica: el 24 de septiembre (por cierto, me acabo de dar cuenta de que sería el 800 aniversario de la aparición de la virgen en sueños).
¿Y Santa Eulàlia?, ¿nadie se va a acordar de Santa Eulàlia? Sí, claro. Pero tarde. Y casi un poco como homenaje póstumo y por la misma razón que un padre le compra a un hermano pequeño lo mismo que a un hermano mayor. La fiesta que recuerda a Santa Eulàlia es en febrero.
Dice la leyenda que Santa Eulàlia, sientiéndose poco valorada y menos querida, llora cada 24 de septiembre. Dice la leyenda, entonces, que la gota fría es una ficción. Que no hay Meteosat que valga.