Contra todo pronóstico y a pesar de lo que pudiera parecer de primeras, no. Tallers no se llama así por remitir a la concepción tradicional que todos tenemos del concepto «taller» (la que viene derivada del francés atelier).
Esta calle de 500 metros, considerada por los aficionados a la comparación compulsiva como la Candem catalana, tiene detrás una historia densa y su idiosincrasia peculiar: siempre vinculada a las corrientes alternativas e incluso despreciadas de la ciudad. Tallers fue la primera calle con burdeles: proliferó la prostitución popular durante la Edad Media.
Ahora está muy lejos de todo eso, Tallers es una calle referencial para la juventud ubicada en el centro histórico de la ciudad. No obstante, permanecen reductos de épocas pasadas. Tiendas de discos como Revolver o Discos Castelló o uno de los últimos videoclubs de la ciudad.
El nombre, decíamos, viene contra lo que convendría pensar de tallar. Y no de atelier. Tallers hace referencia así a los carniceros, quienes cortan, quienes tallaban la carne. Una práctica documentada en esta calle durante el Siglo XIII, cuando se llamaba, en referencia al oficio popular de esta zona, Ostallers.
Tallers, a diferencia de Paral·lel o el Carrer de la Princesa, siempre ha mantenido su nombre. Y tiene lógica: hace referencia a un elemento abstracto impersonal, de tal modo que las razones -siempre políticas- para rebautizar la calle, aquí no tienen sentido.
Permanece así como la única calle del Raval con nombre de un oficio gremial.