Ha costado, pero por fin es una realidad. La reforma de la Rambla lleva años de retrasos acumulados, y era una de las deudas históricas del Ayuntamiento con la calle más icónica de la ciudad, que ha quedado anclada en el tiempo y que ha ido expulsando a sus vecinos de sus alrededores.
Ahora, después de años de espera, empieza una remodelación que puede alargarse hasta 2030, y que espera modernizar la calle, ampliar el espacio para el peatón, reducir el tráfico rodado, convirtiendo la calle en un paseo peatonal que conecte de forma más orgánica el barrio Gótico y el Raval, para que la calle, anegada de coches y turistas, deje de ser una barrera entre barrios y vuelva a ser un paseo vecinal.
Una obra en 5 fases
Las obras han empezado en la zona más cercana al mar, en un tramo de de 117 metros, está entre el monumento a Colón y la calle Portal de Santa Madrona. El objetivo es conectar mejor la Rambla y el mar: se plantará arbolado, se renovará el alumbrado y se modificará el trazado de la avenida de les Drassanes, que pasará más cerca del Museu Marítim.
Durante esta fase, que se alargará año y medio, se trasladarán de lugar una decena de estatuas humanas y se reubicará un quiosco de prensa.
Las otras cuatro fases se irán ejecutando de forma progresiva, para no afectar de golpe a todo el paseo y permitiendo el paso de peatones durante las obras.
Una Rambla con menos coches y más peatones
Después de su reforma, el paseo más icónico de Barcelona contará con un solo carril de circulación por sentido, de 3,5 metros de ancho, que se reservará para el tránsito de vehículos de servicios, aquellos con acceso a los aparcamientos del ámbito, buses y bicicletas.
La avenida tiene prohibida la subida desde 2007, con un control con cámaras estricto, y actualmente mantiene el descenso para tráfico privado con tramos de dos y de un carril, pero con la reforma se eliminarán.
También se ensancharán las aceras, que serán de mínimo 3 metros, para ampliar el espacio de paseo y se reordenarán los comercios de flores y prensa.