Hay un lugar en Barcelona que, literalmente, respira magia por cada costado.
Pongamos que, dado el caso, a uno le da por entender Barcelona como una tarta (perdón por lo burdo y chabacano de la metáfora, pero la continuación me viene pintiparada). El caso es que tendríamos todos los ingredientes para hacer una tarta «de misterio» (bien). Tenemos leyendas negras, tenemos misteriosas historias que discurren en el Metro, tenemos lugares abandonados en los que pasarlo de miedo.Y tenemos la guinda del pastel. Tenemos Pudding Barcelona en el número 515 de Diagonal.
El local está dividido en tres plantas y concebido para los más pequeños. Hay espacios para tomar café, mesas para comer y zonas de juegos o rincones familiares para leer o hacer los deberes de la escuela. Pero sin duda lo mejor del local es su ambientación y decoración, basada en el universo mágico de J. K. Rowling.
En las estanterías y sobre las paredes puedes encontrar cualquier cosa relacionada con el mundo de Harry Potter. Desde las banderas de las casas de Hogwarts, hasta escobas o lechuzas, pasando por el mismísimo sauce boxeador, un sombrero seleccionador o un mural con un dibujo del colegio de magos y sus terrenos.
Además de decoraciones específicas, el local complementa su atrezzo con más material medieval para completar ese «viaje a otro mundo» que supone cruzar sus puertas. Ah, y decoraciones y magia aparte, sus pasteles, quiches y ensaladas no están nada mal.
En cualquiera de los casos, esto no es ninguna novedad. Igual que no lo es que esté en marcha construir un proyecto de bar en el que trabajen sin techo; o que haya una tienda temática; o que el Quidditch arrase como deporte local; o que el edificio histórico de la universidad se convirtiera en Hogwarts. No son novedades. son parte de un axioma o teoría fácilmente refutable y reforzada casi a cada día que pasa: Barcelona es una ciudad Harry Potter friendly.