Media hora es lo que tarda un capítulo corto de una serie, un viaje en metro largo, un paseo para hacer recados o el tiempo que pierdes mirando el móvil en la cama antes de irte a dormir. Para aprovechar mejor ese rato y sacarte de la cama te traemos algunas escapadas que se pueden hacer en 30 minutos desde Barcelona, y que permiten cambiar de mundo y tener la sensación de que hemos cogido un avión por horas. Y aunque en nuestra ciudad parece que todos los secretos estén descubiertos, todavía hay muchos lugares que aún quedan por encontrar.
Tabla de contenidos
- Monasterio budista del Garraf, el refugio de Richard Gere
- Colonia Güell, la perla de Gaudí en las afuera
- La Puda, el balneario abandonado de película de terror
- Vallromanes, baños termanos y rocas rituales
- Sant Sadurni d'Anoia, la cuna del vino
- Montgat, la playa de otro siglo
- Montserrat, la montaña definitiva está al lado de casa
- Caldes d'Estrac, aguas termales con vistas al mar
- Monasterio de Sant Cugat del Vallès
- Casetes dels Pescadors del Garraf
Monasterio budista del Garraf, el refugio de Richard Gere
Sí, es posible viajar al Tíbet en un viaje a menos de media hora de Barcelona. En un palacete romántico del S.XIX, en medio del Parque del Garraf, ondean banderas budistas: es el Monasterio de Barcelona, de la Comunidad Monjes Budistas Sakya Tashi Ling, el primero que se instaló en Catalunya en 1996.
Y aunque las praderas del Garraf no son las montañas impenetrables de Himalaya, en este templo se respira paz. Cada día y una vez por hora los monjes organizan recorridos para explicar la religión budista y visitar las estupas, esas construcciones cónicas típicas del Tíbet que los monjes han añadido al Palau Novella donde están instalados. Visitar la impresionante estupa de la salud, pasear por el monasterio y fantasear con hacer alguno de los retiros que disponen en el templo es una manera perfecta para desconectar y estar más cerca de la iluminación. Haciéndolo, quizás nos encontremos a Richard Gere, uno de los budistas famosos del mundo, ya ha peregrinado más de una vez hasta este templo.
Colonia Güell, la perla de Gaudí en las afuera
El gran secreto de Gaudí a las afueras de BCN está a solo 20 kilómetros de distancia y un viaje en ferrocarril. Una colonia fabril modernista, las ideas de Gaudí aplicadas no solo a un edificio, si no a todo un pequeño pueblo. Su instalación aquí es la historia de una huida: Eusebi Güell trasladó esta colonia aquí para evitar los conflictos sociales que había en Barcelona en 1890.
El proyecto, en la línea de las colonias fabriles de entonces, incluía todo lo necesario para que los trabajadores vivieran cerca de la fábrica y tuvieran un nivel de vida digno. Casas unifamiliares, teatro, escuela, comercios, jardines o una iglesia. Y aunque todos los edificios tienen las señas de identidad de Gaudí es esta iglesia, justamente, con su cimborrio de 40 metros de altura, uno de los edificios más llamativos del conjunto y donde se pueden ver algunas de sus primeras innovaciones arquitectónicas, como el trencadís que luego encontraremos en tantos otros sitios.
La Puda, el balneario abandonado de película de terror
Escondido al pie de la montaña de Montserrat, y a pocos metros de la carretera por un camino tortuoso se esconde un edificio que parece sacado de una película de Wes Anderson. Superadas algunas curvas cerradas, unas puertas abiertas y abandonadas dan paso a un balneario modernista impresionante, una especie de Titanic abandonado que enamora de día y asusta de noche. Es La Puda de Montserrat, unos baños termales del S.XIX, construidos aquí para aprovechar una fuente de aguas sulfurosas, tan beneficiosas para la salud, (y tan apestosas, «puda» en catalán viene de «apestar») que brotan al costado del río Llobregat.
El balneario vivió su época dorada a principios del siglo XX, cuando los tratamientos termales se pusieron de moda entre la burguesía barcelonesa. Más tarde, una riada del río Llobregat destrozó el edificio, que nunca volvió a recuperarse. Aunque ha habido muchos proyectos para recuperarlo, el cadáver de un edificio centenario de lujo sigue en ruinas. Visitarlo (bajo nuestra propia responsabilidad), es un viaje en el tiempo de película. La capilla, puertas modernistas de madera, los baños con sus tinas, las habitaciones… y abajo, la fuente de agua sulfurosa, que todavía brota llenando todo de ese olor característico e invitándonos a mojarnos la cara para darle brillo a nuestra piel y sentiros como burgueses del siglo XIX.
Vallromanes, baños termanos y rocas rituales
Entre la montaña, el Vallés y el mar se esconde una pequeña joya. Un pueblo hundido en un valle al que se llega en media hora en coche, y que permite una escapada por la montaña por una de las zonas más desconocidas del entorno de Barcelona. El camino desde la capital ya es bonito, porque obliga a subir la serralada litoral con vistas al mar para luego volver a bajar y adentrarse en valle húmedo. Una vez en Vallromanes se aparca, se camina hasta la iglesia y se pasea por la riera, para desviarse en algún punto por el camino que lleva a la Roca Foradada, una roca agujereada que, dicen, era una antigua cueva sepulcral.
Para los menos aventureros, en Vallromanes se encuentra también una de las sucursales de Aire, los balnearios de lujo del centro de Barcelona que ahora también están en el campo.
Sant Sadurni d’Anoia, la cuna del vino
Y de la relajación de la oración, a los placeres de la bebida. Sant Sadurní d’Anoia es, junto a Vilafranca del Penedés, algo más lejos, una de las capitales catalanas del vino. A solo media hora larga de Barcelona se concentran varias bodegas importantes que permiten visitas con cata por cavas impresionantes.
La llegada en tren ya lo dice todo. Al lado mismo de la estación la fachada magnífica de las cavas Freixenet dan la bienvenida al visitante, que caminando solo doscientos metros ya puede hacer la visita en una de las productoras de vinos y espumosos más importante del país. Pero hay muchas más: Juvé y Camps, Codorniu, Gramona… Las opciones para tomar no faltan. Además, el casco antiguo conserva muchos edificios preciosos, hijos de la riqueza que la actividad vitivinícola ha dejado en la ciudad. Así podemos pasear mientras dejamos que baje la copa de la última cata, y hacemos sitio para la siguiente.
Montgat, la playa de otro siglo
Faltaba una escapada de agua, y esa es Montgat. El pueblo entre Badalona y el Masnou es un reducto de playa y belleza, una zona pequeña encajada entre dos ciudades que ha mantenido la esencia de antes. Ahí están los Baños de la Virgen del Carmen, probablemente uno de los chiringuitos más bonitos de Catalunya. Nada fancy, nada elegante, un chiringuito que nos lleva a otra época. Paredes blancas de cal, mesas de piedra corridas cubiertas con manteles de hule, un techo de paja y la terraza construida literalmente sobre la arena.
El pasillo para acceder al chiringuito recordará a los nostálgicos a los tingladus de la Barceloneta, que copaban el acceso adelantándose con el olor a pescado de sus cocinas al aroma a mar que acerca la brisa de playa. Esa Barcelona ya no existe, pero este Montgat sí, y por suerte, está a solo un viaje corto en tren o bici de Barcelona.
Montserrat, la montaña definitiva está al lado de casa
A media horita en coche (y un pelín más en transporte público) se encuentra la auténtica montaña de los barceloneses. Frente a las formas suaves y amables de Montjuic y el Tibidabo, Montserrat te permite hacer todo lo que quiere hacer un buen montañista: caminar, salvar desniveles, escalar…
Hay tantos Montserrats como uno quiera tener. Subir a la abadía con el cremallera es lo más obvio, pero uno también puede irse hasta Collbató y emprender una ruta senderista para subir hasta el monasterio, por ejemplo, de un par de horas, disfrutando de las vistas sobre el Baix Llobegat i el Vallés. Una montaña que siempre guarda un secreto nuevo y que vale la pena explorar.
Caldes d’Estrac, aguas termales con vistas al mar
Aguas termales delante de aguas marinas. Un pequeño paraíso a solo media hora de Barcelona. Esta es la idea de visitar Caldes d’Estrac, una población del Maresme que lleva más de un siglo acogiendo a los viajeros que van en busca de sus aguas medicinales. De ahí que el municipio ofrezca no solo varios balnearios a los que acudir a sus aguas termales, si no también un pueblo lleno de hermosas casas modernistas.
Además, la Fundación Palau, que expone la valiosa colección de obras de Picasso del fondo artístico de Josep Palau i Fabre y por supuesto, una playa donde tirarse a tomar el sol.
Monasterio de Sant Cugat del Vallès
Con un impresionante claustro románico este monasterio fue, según se dice, el más importante de todo el condado de Barcelona. A día de hoy está regido por la orden benedictina y contiene en su arquitectura elementos prerrománicos, góticos y renacentistas.
Puedes descubrir este monasterio, de siete siglos de antigüedad, a través de sus visitas guiadas. ¿Y lo mejor? Está tan cerca que incluso puedes llegar en transporte público.
Casetes dels Pescadors del Garraf
Un paseo de media hora en tren nos hace viajar cien años en el tiempo, cuando los pueblos costeros del entorno de Barcelona eran lugares de pescadores y no destinos turísticos. El Garraf conserva parte de este patrimonio histórico con las Casetes de pescadors del Garraf, una reliquia que nos recuerda el aspecto que debió tener la costa catalana hace no tanto tiempo.
Las pequeñas casitas de madera blancas y verdes descansan sobre la misma arena, y dormir en ellas, un privilegio de los pocos herederos de aquellos antiguos pescadores (las casetas no están abiertas al público), permite soñar escuchando las olas romper a nuestros pies. Eso sí, aunque no se pueda dormir en ellas, uno puede bajarse en la parada del Garraf, toma el sol en su playa, comer algo una paella en el Nàutic del Garraf, construido sobre el acantilado, y decir que has pasado un estupendo día de playa como lo pasaron, en su momento, los pescadores que en otra época faenaban en esta cala.