¿Te acuerdas de todos?
Un parque de atracciones, además de un evidente lugar de ocio, puede ser un indicador de muchas características de la ciudad. Uno piensa en Orlando y en su Disneyland; o en Benidorm y en su Terra Mítica. Contraste de éxitos y similitudes en modelos turísticos.
El caso de Barcelona es muy sui géneris. El parque temático de popularidad internacional no es barcelonés. No referimos, claro, a Port Aventura. También sería conveniente -ya que hablamos de parques temáticos- mencionar algunos como el Scream Night Park o el Horrorland, algunos exitazos eventuales.
Ahora bien, en términos localistas, sí que hay que destacar la presencia del Tibidabo. Aunque no es el único parque en el que la adrenalina ha inundado el éter. No, señor. Y prueba de ello son los siguientes ejemplos.
Parque de atracciones de Montjuïc
En 1962, el empresario venezolano José Antonio Borges Villegas, con experiencia en la emprendiduría vinculada al mundo del ocio temático, propuso la puesta en marcha de un parque temático en Barcelona.
El nuevo parque de atracciones venía a dar un viraje a la imagen de esa zona de la ciudad. Muerte y actividades bélicas por diversión y ocio.
Sus tornos empezaron a funcionar en 1966, y tras ellos había 41 atracciones (la mayoría de ellas procedentes del parque venezolano Coney Island), un puñado de restaurantes, un escenario con aforo para 6.000 personas, la discoteca Lord Black y la contribución al skyline de Barcelona a través de la noria.
Para buscar las razones de la decadencia y del comienzo del fin habría que ir a 1977, cuando 30 trabajadores eventuales fueron despedidos por protestar por sus condiciones laborales. A partir de ahí, sólo quedaba el descenso de la montaña rusa.
La modernización de la ciudad que vino originada por Los Juegos Olímpicos dificultó los accesos al parque; algún que otro herido en el túnel del terror; la inauguración de Port Aventura en el 95… y el momento clave: entre apostar por el de Montjuïc y el del Tibidabo, el segundo se llevó el premio.
La concesión terminó en el verano del 98. Y así, con mucho de pena y mucho, también, de gloria, el parque fue cerrado, pasando a ser el particular Westworld de los barceloneses. Al menos hasta 2003, cuando se inauguraron los Jardines de Joan Brossa en conmemoración del poeta catalán.
Parque Indoor: Atracciones Apolo
Vallés Rivera concibió lo que hoy hubiera sido una locura, una astracanada o una tontería del tamaño de un clavicordio: montar un parque de atracciones indoor. Y terminar de montarlo en 1935.
Sus mejores atracciones o, por lo menos, las más populares y las que más han trascendido son Les Coves del Drac, una novedosa montaña rusa subterránea, y la Autogruta, unos coches con los que se recorrían representaciones de varias ciudades del mundo. También estaba la Ciudad Encantada, un laberinto, el Río Misterioso, la Casa de la Risa, el Museo de los Muñecos Mecánicos y los autos de choque. Y en el 43 se le incorporó una pista de baile.
Estas atracciones y el novedoso atractivo hicieron que la popularidad del parque aumentara exponencialmente. Manteniéndola en auge durante los 50 y los 60 y cayendo progresivamente durante los 70 y los 80, hasta dejar de funcionar en los 90.
Luego de eso la pista de baile ganó terreno a las atracciones que, habiendo sobrevivido a la guerra, a la dictadura e incluso a la transición democrática, se retiraron a mejor vida: todo fue derribado, se levantó un hotel y el renovado Teatro Apolo. Las atracciones en sí se fueron repartiendo como una herencia incómoda: los muñecos mecánicos en el Museo de los Autómatas, algunos vagones en la parada fantasma de Gaudí… y otros muchos, al sótano de la discoteca (de donde recientemente han sido rescatados).
Tibidabo
A diferencia de los dos parques anteriores (y esto no es ninguna sorpresa), el Tibidabo sigue abierto. Da la sensación, incluso, de que lleva abierto toda la vida. Lo más gracioso es que no es una sensación, porque tienes que tener 119 años para haber visto cómo comenzaban a construirlo. Y claro, todo lo que puede ver un bebé recién nacido.
Fue el 29 de octubre de 1901 cuando el parque abrió por primera vez sus puertas. Mucho ha llovido desde entonces. Algunas atracciones sobreviven casi como empezaron, otras se han reestructurado y muchas desaparecieron. Lo que no cambia nunca es la diversión y la magia que se respira.
Aquapark Canino
Este es, sin duda, el más bizarro (si bizarro significase en castellano lo mismo que en francés) de todos los de la lista: es un parque para perros.
Hay determinados acontecimientos memorables a lo largo de la vida. Acontecimientos que no se puede decidir cuando suceden porque, o bien no tienen precio, o bien no dependen de nosotros. Algunos ejemplos de este tipo de situaciones podrían ser el primer contacto visual con un hijo, la certeza de haber encontrado al amor de tu vida o ver a tu perro tirándose por un tobogán.
De verdad, este último es impagable, épico, memorable. Se le graba a fuego en la memoria de uno.
Y los barceloneses -todo hijo de vecino que tenga a bien desplazarse hasta el Aquaprk Canino, realmente- tenemos la posibilidad de verlo. En la Roca del Vallès está el primer parque acuático para perros de España. El segundo del mundo.
Con la visita al parque, aparte de hacerle un favor al pobre animal -que los meses de verano sufre lo que no está escrito- te haces un favor a ti mismo. Su diversión, tu diversión. Eso es así. Y quien tiene perro lo sabe mejor que nadie. Y es que, a fin de cuentas, lo que estás haciendo es sacar al perro de la zona de comodidad (cuatro paredes, si vives en un piso de Barcelona) que tú mismo le has impuesto.