Le prestamos menos atención a los dulces de lo que se merecen. Los tomamos al final de una comida, para el postre, o en un arrebato caprichoso cuando paseamos un domingo por el centro de la ciudad. Al azúcar solo nos lo tomamos en serio para criticarlo, y demasiadas veces nos olvidamos que gran parte de la grandeza de una gastronomía está en su sección de dulces.
En el caso de la comida catalana, sin duda es así. Con una carta de postres típicos nacida de tradiciones campesinas, dulces conventuales y herencias árabes, los dulces catalanes son una gozada, con un muestrario que nos va de los pasteles a los bombones, pasando por dulces a base de futos secos y postres con queso incluido.
Puede ser que conozcas ya en profundidad la parte salada de nuestra gastronomía, pero si todavía no te has sumergido en el dulce, te traemos una lista con los mejores postres catalanes tradicionales para empezar a hacerlo. Y si ya eres un experto en la materia queremos oír tu voz, gulafre, y que nos expliques qué dulces catalanes también deberían estar en esta lista.
Mel i mató, la versión catalana del carro de los quesos
Pocos postres más simples y combinaciones más sabias que un queso con un dulce. Antes de que aprendiéramos a montar tablas de quesos franceses acompañados de membrillo, un postre catalán nacía con la sabiduría profunda que se esconde en las cosas tradicionales. Queso y miel, dos productos básicos y comunes, unidos para crear un postre que es, sin duda, un símbolo de catalanidad: el Mel i Mató.
El nombre seguro que ayuda. Parece casi un pequeño poema, una versión comestible del dicho «una de cal y otra de arena». Mel i mató, la caricia del dulce y la contudencia fresca y ácida de un queso. El mató, por cierto, se parece al recuit, pero no son lo mismo. Aunque se fabrican de formas parecidas, cuajando la leche y colándola a través de trapo (como la ricotta), el mató es originalmente de leche de cabra y el recuit de oveja.
Y aunque hoy en día ambos se suelen fabricar con leche de vaca pocos pensamos en muchos matices al verlo en la carta. Si aparece mel i mató, el éxito del postre está asegurado. Y si viene con un puñadito de nueces el resultado nos envía, directamente, al cielo del dulce catalán.
Catànies, el ferrero rocher original
Si hay algo adictivo en esta vida son las catànies. Quizás porque sean pequeñas y así sea más sencillo perder el control. Se las debemos al pueblo de Vilafranca del Penedès y son unas bolitas hechas de pasta de almendra, avellana, leche, cacao y azúcar. En su interior, una almendra marcona tostada y caramelizada. Como para no pegarle bocado.
Como el mel i mató, son un buen resumen del origen simple y genial de muchas tradiciones dulces en Cataluña: chocolate (no olvidemos nuestra relación con el) para el dulce y frutos secos para el crocante. Como decía el extrenador del Barça, Ronald Koeman, en su español macarrónico: «No hace falta que dices nada más».
Turrón de Agramunt, el turrón, turrón
Es uno de los mejores turrones de Catalunya, y además tenemos la suerte de tenerlo en Barcelona. Se lleva haciendo desde el Siglo XVII de la misma manera, elaborado con cuidado artesanalmente en el pueblo de Agramunt de la Comarca de Urgell. Olvídate de Jijona, y mira hacia la provincia de Lleida, que en uno de sus pueblos se fabrica uno los turrones más populares de Catalunya.
De allí, de hecho, es Torrons Vicens, una de las marcas más populares, especializada, ahora, en turrones extraños. Y aunque, en principio, es algo típico de Navidades, nosotros nos hemos acostumbrado a comerlos en cualquier época del año, y es uno de esos dulces típicos ideales para regalar y llevar un buen pedazo de Cataluña allá donde vayas.
Borregos de Cardedeu, desayuno de campeones
Desde 1770 la receta de los borregos se elabora con mimo en las panaderías de Cardedeu. Con la masa de pan se hacen unas barritas delgadas y largas que luego se untan con agua y aceite y se hornean hasta que se doren. Luego se corta a rebanadas de grosor considerable y se mete de nuevo en el horno.
Si quieres probar en casa, te invitamos a aventurarte porque la receta es muy sencilla y solo necesitarás harina, azúcar, mantequilla, levadura, aceite, sal, huevos y matalahúva. Y si quieres la experiencia completa, te recomendamos mojarlos en vino o leche merendando o desayunando, y sentirte, de golpe, como un pagés preparado para cualquier feina de campo.
Panellets, un postre árabe para una fiesta cristiana
La gastronomía siempre tiene un árbol genealógico, un recorrido por la historia que nos explica de dónde proviene el plato que nos comemos. Aunque es difícil determinar su nacimiento, los panellets son un buen ejemplo de la presencia árabe en la Península. Azúcar, frutos secos, limón… ¿Acaso hay mucha diferencia entre un panellet catalán y esos dulces árabes repletos de azúcar que se venden en las pastelerías del Raval?
Lo más curioso, es que el postre tradicional catalán que más nos acerca a la cultura árabe es, también, el más representativo de una de las fiestas cristianas más importantes: La Semana Santa. El día grande del panellet es el Día de todos los Santo, donde este dulce típico llena las pastelerías de la ciudad. Un postre tan típico, por cierto, tambén tenía que tener su concurso, así que si te ha picado la curiosidad, en Barcelona tienes lugar donde se fabrican los mejores.
Crema catalana
¿Qué os vamos a decir de la crema catalana a estas alturas que aún no sepáis? Pues aunque no lo parezca, siempre hay cosas nuevas que aprender de uno de nuestros platos estrellas. Por no enrollarnos mucho, te dejamos enlace a esta entrada con algunas curiosidades sobre ella.
Eso sí, te adelantamos una de ellas, para que nadie te confunda: la crema catalana no es lo mismo que la creme brulée francesa. Las diferencias son pequeñas, pero esenciales. La crema catalana lleva leche y la francesa, nata. La primera tiene se prepara en cazo y tiene unos toques cítricos y la segunda se acaba al baño maría y lleva algún licor. Sobre la última diferencia no tenemos pruebas, pero tampoco dudas: la crema catalana está más rica que su melliza francesa.
Carquinyolis, crac! adiós a tus dientes
El nombre del carquinyoli es una onomatopeya que nos avisa de su consistencia. Esta galleta seca y dura hace crac al romperse, y aunque no llega a romperte nunca un diente (o no debería), su consistencia y sus pedazos de almendra en el interior te mantienen alerta, y te piden mojar este postre en leche o café.
Son muy fáciles de hacer. Solo se necesita harina, almendra, azúcar y huevo aunque también se le puede echar piel de limón y canela. Tienen una textura parecida al pan tostado ya que se hacen con la misma técnica del biscote y es muy popular, por lo dicho más arriba, mojarlos en el café.
Cocas, la pizza catalana
Si con la crema catalana no tenemos mucho que deciros que no sepáis, con la coca nos encontramos más o menos en la misma situación. Por algo las dos se han ganado la fama de ser los dulces más representativos de nuestra tierra y sus nombres suenan aunque sea de oídas más allá de nuestras fronteras. Si quieres seguir indagando sobre ellas puedes echarle un vistazo a estas curiosidades, no va a ser menos.
La grandeza de uno de los postres catalanes más típicos y representativos es su versatilidad. La coca es dulce, pero también salada. Esponjosa o crujiente. Esta masa camaleónica te sirve de primero, de segundo, de postre y de merienda, en función del formato en que lo consumas. En definitiva, un invento maestro de la repostería catalana cuya mejor versión, por si la quieres probar, se fabrica en Barcelona.
Tortell de reis, la infancia en un dulce
Es nuestro particular roscón de reyes, aunque nosotros le damos un toquecito de mazapán haciendo que la cosa coja más consistencia (y sí, empalague más). Lo que sí que no cambia es el día tradicional para comerlos, el 6 de enero.
En Catalunya es una locura, y pocos postres se venden más durante solo un día al año. Helados de roscón, roscones sin azúcar, listados sobre el mejor roscón… Con una obsesión algo ansiosa, nuestro país se entrega a este dulce durante la semana que le toca, con la voracidad de quién sabe que el idilio se acabará en breve. Parece exagerado, pero a la que pruebes alguno (quizás ahora ya faltan muchos meses) entenderás el motivo de todo este entusiasmo.
Braç de gitano, mal nombre para un postre delicioso
Algún día hablaremos sobre la muy curiosa leyenda que circula por Barcelona sobre el origen del brazo de gitano, pero como no tenemos espacio ni tiempo en esta entrada nos limitaremos a decir de él que es imposible concebirlo sin esa capa de azúcar caramelizada o en polvo (según mande la tradición de cada uno) que lo recubre.
En el relleno, no obstante, existen dos equipos: team chocolate y team nata. Su presencia en las pastelerías catalanas tradicionales es obligatoria, y su color, con el blanco de la masa y el relleno y el dorado del azúcar tostado en la superficie un claro resumen de la paleta de colores que maneja la pastelería catalana más clásica.
Pa de pessic, el bizcocho nuestro
El huevo y la harina son los ingredientes estrellas de este dulce, primo hermano del bizcocho. Eso y el azúcar, limón y mantequilla acaban por completar uno de los dulces más sustanciosos de la lista. Tanto que un solo trozo puede llenar a más de uno. Por cierto, también los hay de chocolate. No digo nada y lo digo todo.
El nombre, por cierto, ya nos indica el vicio que provoca. El pa de pessic (pan para pellizcar), se repartía en las procesiones y la gente, incapaz de esperar a llegar a casa, hacía con el bizcocho lo mismo que se hace con la punta del pan, pellizcarle un pedacito para ir calmando el hambre.
Neulas, la cañita dulce para sorber el cava
Es un buen complemento para otros dulces aunque también pueden funcionar perfectamente por sí mismas. Es de la familia de los barquillos y típico de Navidad, aunque mucho más ligeros y con un sabor distinto. Están hechos con harina, lardo de cerdo, azúcar, harina, clara de huevo y piel de limón.
Existen registros de este dulce típico en recetarios catalanes de la Edad Media, y aunque no son lo más habitual en nuestro día a día, sí que son un fijo en el muestrario de postres navideños. Eso sí, lo que seguro que lo que no se esperaban en el medioevo cuando hablaban de este dulce es que su uso más habitual unos siglos después sería el que le damos ahora en la celebraciones: mojar la neula en la copa de cava.
Chuchos o Xuixos, la estrella de Girona
En Nueva York, hogar del cronut y otras demencias dulces, la ciudad donde se coronan los delirios de azúcar y la gente hace colas por un croissant cuadrado, ya lo saben: el xuixo es la bomba. El dulce típico de Girona, una masa de brioche rellena de crema pastelera, frita y cubierta de azúcar se puede probar en el mercado Little Spain de la ciudad estaodunidense, demostrando con ese viaje que poco tiene que envidiar esta delicia catalana a otros bollos mundialmente conocidos.
Nacido, al parecer, hacia 1918 en un obrador de una confitería abierta en 1912 en la calle de la Corte Real de Girona que regentaba Emili Puig Burch, el dulce fue cobrando éxito durante el s.XX, decayó a principios del XXI, y ahora ha recobrado fuerza gracias a unos premios que señalan al mejor Xuixo del año, volviendo a dar a los gironins en particular, y a los catalanes en general, un camino a seguir. Por cierto, un secreto tonto: el xuixo se fríe con la crema ya dentro del bollo, no vale meterla después.
Si quieres probar este dulce, te daremos dos lugares: la Pastisseria Triomf, ubicada en el Poblenou de Barcelona, es la última ganadora el premio al Millor Xuixo del Món, y produce más de 800 al día para atender la demanda. El otro, un clásico: El Xuixo de Can Castelló, ubicada en Girona, que es la primera tienda de Catalunya especializada en el dulce típico de Girona, con sabores extravagantes como butifarra dulce, y los más demandados como crema, manzana y chocolate.
Tap de Cadaqués
Como quien vuelve con ensaimadas de Mallorca, no es raro ver a los catalanes que regresan de su escapada en Cadaqués con una caja llena de un curioso dulce con forma de corcho de cava. Ese dulce es el Tap de Cadaqués, un delicioso dulce tradicional propio del pueblo costero cuya historia se remonta al siglo XVIII y que debe su nombre a su forma.
El dulce, muy básico (huevos, harina, azúcar y levadura), consigue su forma por cocinarse utilizando moldes especiales o adaptando moldes de aluminio para flan. Una vez horneados, estos bizcochitos se bañan ligeramente en almíbar y se espolvorean con azúcar glas, creando un bocado estupendo que ya ha abandonado las barcas para convertirse en un souvenir y también un plato básico de la gastronomía local, con restaurantes de alta gastronomía que lo sirven también, a menudo acompañados de elaboradas salsas de ron, café y canela.